Homeostasis metabólica
Uno de los
principios subyacentes de la homeostasis metabólica son los períodos de transición entre
disponibilidad de nutrientes y escases de nutrientes. En los mamíferos esto es
mantenido a través de un cuidadoso balance entre depósito de nutrientes durante
períodos de alimentación y liberación de nutrientes almacenados durante el
ayuno. La homeostasis metabólica es mediada a nivel de varios órganos
periféricos claves incluyendo el tracto gastrointestinal, el cual es el primero
que maneja los nutrientes ingeridos y contiene otro órgano como el microbioma
intestinal. Las células de los islotes pancreáticos liberan hormonas
metabólicas. El hígado, el músculo esquelético y los adipocitos funcionan como
depósitos de nutrientes. Las acciones de todos estos órganos deben estar
temporalmente coordinados para limitar, por ejemplo, la disglicemia debida a
producción hepática o la dislipidemia debida a aumento de la lipólisis durante
períodos de absorción de nutrientes. En humanos y posiblemente en todos los
mamíferos, la homeostasis metabólica es determina a nivel del cerebro por el
ciclo sueño-vigilia. Loa mamíferos difieren en su relación entre niveles de
actividad y los períodos luz-oscuridad, con
algunas especies como los humanos
activos durante el día mientras otros, incluyendo roedores, son activos en la
noche. Sin embargo, la relación causal entre vigilia y capacidad para ingerir
nutrientes se mantiene a través de todas las especies y es, en gran parte,
determinada por el reloj circadiano. El reloj circadiano tiene un rol esencial en asegurar la homeostasis
metabólica desde la perspectiva de la sincronización entre tejidos metabólicos
periféricos claves durante el período de alimentación.
El reloj circadiano es un asa de retroalimentación
transcripcional-translacional autorregulado que existe en todas las
células nucleadas del cuerpo. En los
mamíferos, la señal activadora zeitgeber
(ZT) para el reloj es la luz, recibida a
través de células especializadas en la retina y transportada al núcleo
supraquiasmático del hipotálamo vía tracto retinohipotalámico. La importancia
del reloj circadiano en la homeostasis metabólica es enfatizada por datos
epidemiológicos que demuestran un incremento en el riesgo de disrupción
metabólica o enfermedad (por ejemplo, resistencia a la insulina, dislipidemia,
obesidad, tolerancia a la glucosa alterada, diabetes tipo 2) en trabajadores
con turnos laborales cambiantes y aquellos con jet lag o exposición a la luz
alterada así como en roedores con mutaciones de genes reloj específicos. El rol
crítico del reloj en la homeostasis metabólica es enfatizado por hallazgos que
demuestran que el polimorfismo en los genes reloj está asociado con
alteraciones en el tiempo de la ingesta de alimentos, así como con obesidad,
hiperglucemia y diabetes.
El reloj en el núcleo supraquiasmático juega
un rol integral en el metabolismo periférico a través de la regulación de la
ingesta de alimento así como de los patrones diurnos en varias hormonas
metabólicas (por ejemplo, cortisol y hormona de crecimiento). Aunque los
tejidos periféricos expresan células reloj autónomas, también trabajan en
sincronía con otros tejidos para mantener la homeostasis metabólica durante los
períodos de alimentación y ayuno.
Las células epiteliales intestinales (IEC)
son el primer punto de contacto de los nutrientes ingeridos con un tejido
metabólico, jugando un rol crítico en la digestión de macromoléculas y la
absorción de productos digestivos. Las IEC no solo expresan la maquinaria reloj
sino también exhiben múltiples ritmos circadianos sincronizados, muchos de los
cuales están coordinados con la ingesta de nutrientes. Los genes para
varias enzimas así como varios
transportadores minerales del “brush border” de IEC también exhiben ritmos circadianos,
incrementando en asociación con el período de alimentación para aumentar la
capacidad digestiva y absortiva. Más aún, la disrupción genética del reloj
circadiano está asociada con patrones anormales de absorción de carbohidratos,
grasas y proteínas en el intestino. Mientras algunos de estos genes parecen
estar bajo el control regulador directo de las proteínas reloj, los impulsos
vagales circadianos pueden afectar su expresión y un desvío en el tiempo de
ingesta de nutrientes puede inducir un desvío paralelo en su expresión. En los
años recientes, está claro que el
microbioma intestinal juega un rol en el entrenamiento de estos patrones de
expresión de genes. Varios estudios sugieren a los ácidos grasos de cadena
corta (SCFA por ejemplo, butirato) y el inositol-1,4.5 trifosfato, los cuales
exhiben patrones circadianos de expresión relacionados con el tiempo de ingesta
de nutrientes. Como una consecuencia, la ausencia total de microbioma en
ratones libres de gérmenes induce
cambios en los patrones de absorción de nutrientes.
Además de los enterocitos absortivos, las
células enteroendocrinas también exhiben patrones circadianos. En ratas machos,
los ritmos circadianos de colecistoquinina (de las células I), el polipéptido
insulinotrópico dependiente de glucosa (GIP de las células K) y neurotensina (de
las células N) se correlacionan positivamente con el tiempo de ingesta de
alimento y la capacidad de manejo de nutrientes, mientras el pico de ghrelina
(de las células X/A) ocurre durante el período de ayuno/inactividad. Estudios
recientes demuestran que los genes reloj así como el microbioma intestinal, son
requeridos para el ritmo circadiano de la función intestinal de las células L.
Las células L co-secretan múltiples hormonas derivadas de la misma prohormona
(GCG) incluyendo la incretina y factor de saciedad péptido similar a glucagón-1
(GLP-1), la hormona intestinotrófica GLP-2 y la anorexígena oxintomodulina. El
ritmo de secreción de GLP-2, el cual se presume paralelo al de GLP-1, puede
asistir en la coordinación del patrón de absorción de nutrientes pues el GLP-2
estimula la translocación del transportador sodio-glucosa-1 a la membrana
del brush borde del enterocito. Más aún,
GIP-1 y GIP-2 aumentan la inserción del transportador de glucosa-2 en la
membrana basolateral, incrementando la absorción de glucosa a través del
epitelio intestinal, mientras GIP-1 adicionalmente sirve como hormona
incretina. Las células intestinales L secretan un factor de saciedad adicional,
péptido YY, el cual también es liberado en altos niveles durante el período de
actividad en ratas. El ritmo normal de secreción de las células L sigue el
patrón de la ingesta de alimentos, sugiriendo que la ingesta de nutrientes es
un zeitgeber para las células intestinales L. La disbiosis intestinal
incluyendo la inducida por alteraciones en el tiempo de alimentación, la
composición de la dieta y administración de antibióticos están asociadas con un
una profunda disrupción en el ritmo de secreción de las células L.
Los humanos exhiben incremento en la
secreción de insulina en el inicio del período de alimentación normal. La liberación
circadiana alterada de insulina y la expresión de genes reloj en los islotes
también ha sido demostrada en la diabetes tipo 2. Cambios en la sensibilidad a
la insulina también afectan la función de las células β pancreáticas in vivo.
Consistente con los estudios que demuestran patrones circadianos en la
secreción de insulina, la co-secreción del polipéptido amiloide de los islotes
(o amilina) es también circadiana y puede contribuir a los cambios rítmicos no
solo en la secreción de insulina sino también en la sensibilidad a la insulina.
Por otra parte, los ritmos circadianos
en GLP-1 y GIP parecen estar coordinados y aumentar la respuesta de las
células β a la ingesta de nutrientes con efectividad óptima durante el período
normal de alimentación. El microbioma intestinal ha sido implicado en la
regulación directa de la función de las células β a través de los receptores de
SCFA, FFA2 y FFA3. Por tanto, se puede presumir que los patrones circadianos en
los metabolitos microbianos pueden jugar un rol como zeitgeber de célula β
contribuyendo al ritmo normal de secreción de insulina. Además de los efectos
anabólicos de la insulina en hígado, músculo
esquelético y tejido adiposo, es conocido que estos diferentes tipos de
células expresan relojes circadianos autónomos.
En los hepatocitos, procesos como captación
de glucosa y ácidos grasos son estimulados por insulina, mientras la
gluconeogénesis y la lipólisis son reguladas al alza por glucagón entre otras
hormonas catabólicas que también muestran ritmos circadianos (por ejemplo,
hormona de crecimiento y cortisol). Sin embargo, el manejo hepático de
nutrientes es también controlado temporalmente por la maquinaria del reloj circadiano.
La sensibilidad hepática a la insulina, la cual normalmente aumenta durante el período alimentación/actividad en humanos,
es reducida en pacientes con diabetes tipo 2. A nivel molecular, la expresión
de genes metabólicos hepáticos, incluyendo transportador de glucosa-2,
glucógeno sintetasa, fosforilasa, receptor α activado por proliferador de
peroxisoma (PPRA-α) y proteína-1 de unión al elemento regulador de esterol, es
controlada por el reloj circadiano, resultando en ritmos que son coordinados
apropiadamente con los estados de alimentación y ayuno. Las hormonas
oxintomodulina y ghrelina también sirven como un enlace directo entre el
intestino y los ritmos circadianos en el
hígado, notablemente a través de la modulación de la expresión de Per2. Los
SCFA también entrenan el reloj hepático, lo cual sirve para sincronizar los ritmos
circadianos hepáticos con la ingesta de nutrientes.
El músculo esquelético es el principal
tejido responsable de la captación de glucosa mediada por insulina y la
resistencia a la insulina en este tejido es un contribuyente clave de la
tolerancia a la glucosa alterada así como de diabetes tipo 2. La translocación
del transportador de glucosa 4 (GLUT4) a la membrana plasmática es una función
clave de la insulina en los miocitos y la captación de glucosa, por tanto, está sincronizada con la ingesta de alimento
a través del patrón circadiano en secreción de insulina. Sin embargo, las
funciones del músculo esquelético son también reguladas por relojes celulares
autónomos. La expresión rítmica del reloj regula la expresión del gen para
GLUT4 y puede contribuir a los ritmos de capacidad respiratoria mitocondrial y
secreción de mioquinas. Más aún, el regulador master de la biogénesis de
músculo esquelético, proteína-1 de determinación de mioblastos, es también un
blanco directo del reloj circadiano.
Los otros dos efectores mayores del reloj
circadiano son el tejido adiposo blanco (TAB) y el tejido adiposo marrón (TAM),
los cuales son esenciales para el almacenamiento de energía (BAT) y la
termogénesis sin escalofríos (TAM), respectivamente. Los genes del reloj
circadiano expresados por BAT regulan el metabolismo de lípidos, con los genes
para transportadores claves y enzimas metabólicas que exhiben ritmicidad
circadiana bajo el control directo de BMAL1. Las funciones del TAB también son
afectadas por las hormonas insulina y glucagón y posiblemente por su ritmo
circadiano. Más aún, los ritmos en la ingesta de nutrientes como los de ácidos
grasos libres, también contribuyen a la actividad circadiana del TAB. La
disrupción del reloj circadiano inducida por dieta rica en grasas está asociada con un incremento en la infiltración de macrófagos en el TAB y
elevada expresión de citoquinas pro-inflamatorias.
La expresión de genes reloj en el TAM es
afectada negativamente por la dieta rica
en grasas, con una amplitud disminuida en el ciclo de los componentes
reloj, así como disminución en la expresión de la proteína desacopladora-1
(UCP-1), la cual también es afectada por la disrupción circadiana. El TAB
también secreta un número de adipoquinas que afectan la función del TAM
incluyendo las hormonas leptina y adiponectina, las cuales oscilan con un ritmo
circadiano. La leptina aumenta la expresión de UCP-1 en el TAB incrementando el
gasto de energía. Por el contrario, la adiponectina inhibe la expresión de
UCP-1 en el TAM. El balance entre leptina y adiponectina con la leptina correlacionada
positivamente y la adiponectina inversamente con la masa grasa, contribuye a la
homeostasis metabólica durante el ciclo luz/oscuridad de 24 horas. La actividad
del TAM también es afectada por los ácidos biliares y varias hormonas
intestinales con ritmos circadianos, incluyendo colecistoquinina, la cual
estimula al TAM a través del sistema nervioso simpático y la ghrelina que
inhibe al TAM. Estos factores coordinan
la actividad circadiana del TAM con el ciclo alimentación-ayuno.
Las asas de retroalimentación entre los
tejidos regulados circadianamente también contribuyen a la homeostasis
metabólica. Por ejemplo, la ingesta de nutrientes estimula la liberación de
hormonas de las células L que sirven como factores de saciedad de corto plazo
(GLP-1, oxintomodulina y péptido YY), mientras la ghrelina y el glucagón
disminuyen con la alimentación. La interleucina-6 secretada por el músculo
esquelético durante el ejercicio y la leptina liberada por el TAB estimulan la
secreción de las células L, la leptina proporciona una señal orexigénica al
cerebro para suprimir la ingesta de alimentos a largo plazo.
En conclusión, el uso de señales de retroalimentación
positivas y negativas, tanto hormonales y metabólicas, entre los tejidos
asegura que las rutas metabólicas periféricas estén sincronizadas con el tiempo
de la ingesta de alimentos, optimizando la distribución de nutrientes y
previniendo enfermedades metabólicas. Los relojes periféricos tienen un rol
esencial en el mantenimiento de la
homeostasis metabólica como se pone evidencia no solo por la relación altamente
sincronizada entre el intestino y su microbioma, las células de los islotes pancreáticos, los
hepatocitos, los miocitos y los adipocitos sino también por las consecuencias
metabólicas de la disrupción circadiana en uno o más de estos diferentes
tejidos.
Fuente: Brubaker
BL, Martchenko A. Metabolic homeostasis: it´s all in the timing. Endocrinology
163: 1-12.
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