La excreción de energía en la regulación del peso
corporal
La obesidad se
desarrolla como resultado de un balance
energético positivo sostenido. Esta explicación etiológica supone que el
consumo de energía debe exceder a la combustión calórica para que ocurra la
ganancia de peso. Sin embargo, no todos los nutrientes ingeridos son absorbidos
por el tracto gastrointestinal. Una fracción de los alimentos consumidos
terminan siendo excretados por las heces. Más aún, los nutrientes que alcanzan
la circulación sanguínea pueden escapar del cuerpo cuando son filtrados a
través los riñones. Esta excreción colectiva o pérdida de nutrientes representa
un componente que generalmente no se toma en cuenta en la regulación del
balance energético. Entonces, concretamente: la ganancia de peso solamente
ocurre cuando la cantidad de energía absorbida (y retenida), excede al número
de calorías que son oxidadas. El hecho que las calorías de los alimentos puedan
“desaparecer” en heces (y orina) es un componente poco estudiado del balance
energético. Potencialmente, es también una variable que protege a algunos
individuos de la obesidad mientras hace a otros proclives a la ganancia de
peso.
Si la ingesta de alimento excede al gasto de
energía, el balance energético se vuelve positivo. Sin embargo, esto es cierto
solamente si la cantidad de energía consumida también excede al número de
calorías que escapan de la absorción en los intestinos y los macronutrientes
que contienen energía que se pierden por los riñones. Aparte de la excreción de
energía, las calorías pueden perderse a través de la actividad de termogénesis no inducida por ejercicio y la termogénesis inducida por alimentos. La
energía remanente, es decir, la energía
que no se pierde o no es desechada termina siendo almacenada como lípidos en el
tejido adiposo o como glucógeno en, por ejemplo, el hígado. La pérdida fecal de
energía varía entre los individuos, pero aproximadamente 2-10% de la energía
total ingerida se pierde en los humanos sanos. En respuesta a la sobre
alimentación, una gran pérdida fecal de energía puede disminuir
significativamente el balance positivo mientras una pequeña pérdida fecal de
energía provoca un aumento del balance positivo.
Los estudios de sobre alimentación en
humanos demuestran que la ganancia de peso varía sustancialmente entre los
individuos. En este contexto, un estudio clásico reporta ganancia de peso en el
rango de 4,3-13,3 kg en doce parejas de gemelos monocigotos que fueron sobre
alimentados con un total de 84000 kcal por un período de 100 días.
Recientemente, dos fenotipos humanos han sido propuestos para explicar esta
variabilidad. Mientras los individuos “ahorradores” ganan peso fácilmente
durante los períodos de superávit de calorías, los individuos
“despilfarradores” son menos propensos a la adiposidad a pesar de estar
expuestos a un ambiente obesogénico. Los sujetos ahorradores tienden a
conservar energía durante la baja alimentación y la sobre alimentación. En
consecuencia, ellos tienen una propensión natural para ganar peso y, adicionalmente, son menos proclives a la
pérdida de peso. Por el contrario, los individuos con fenotipo despilfarrador pierden más energía
tanto con un régimen de dieta como cuando comen en exceso. Por tanto, no solo pierden peso más
fácilmente, sino que también ganan peso con más dificultad. Desde un punto de
vista evolucionista, el fenotipo ahorrador parece que ha sido ventajoso porque favoreció
la supervivencia asegurando energía e incrementando los depósitos de grasa
durante períodos de limitada disponibilidad de alimentos.
Las alteraciones en la disipación de
energía, como los procesos que producen calor, tradicionalmente han sido usadas
para explicar porque los humanos responden de diferentes maneras a las
perturbaciones en el balance energético. Después de varias décadas de
investigación, los científicos siguen
debatiendo sobre la extensión en que la ganancia de peso es contrarrestada
por un incremento adaptativo en el gasto de energía que excede al esperado por
las necesidades obligatorias de una mayor masa corporal. En un estudio
reciente, 8 semanas de sobre
alimentación (40% por encima de las necesidades energéticas) solamente disparó
una inducción de gasto de energía de 23 kcal/24 horas, en promedio. Los
investigadores concluyen que la adaptación metabólica no confirió resistencia a
la ganancia de peso. Los sujetos con mayor inducción de gasto de energía fueron
aquellos que ganaron la mayor cantidad de peso durante la sobre
alimentación. Estos hallazgos apoyan la
noción que el incremento adaptativo en el gasto de energía no es un mecanismos
protector esencial contra la adiposidad inducida experimentalmente, lo cual
sugiere la existencia de otros sistemas de defensa contra la ganancia de peso.
Un estudio usando bomba calorimétrica
demostró que, en promedio, 5% a 0,5% de la energía ingerida se pierde por heces
y orina., con una variación interindividual de 2-9% de pérdida de energía por
las heces. Durante la sobre alimentación, la pérdida fecal de energía es en
promedio de 6% y durante la baja alimentación es de 9% mientras la pérdida urinaria de energía es, en
promedio, 1% y 2%, respectivamente. Estos resultados se corresponden con los
resultados de un estudio previo con humanos sin enfermedades de mala absorción
que reporta una extracción de 89-99% de
la energía ingerida. Si estos datos son representativos y si las
calorías excretadas en las heces durante los períodos de balance energético
positivo se correlacionan con la ganancia de peso, la pérdida fecal de energía
podría explicar la variación en la ganancia de peso en una gran proporción de
la población. En otras palabras, un
importante componente de la resistencia a la obesidad puede estar en la
liberación de las hormonas de la saciedad no relacionadas con el intestino y
reflejar una menor producción de energía en los humanos delgados.
Algunos investigadores consideran que la
excreción de energía puede ser alta en los individuos con delgadez
constitucional (DC). Esta condición se caracteriza por un porcentaje normal de
grasa corporal pero con un peso corporal muy bajo (índice de masa corporal
<18 kg/m2). Estos individuos reportan un deseo de ganancia de
peso y los datos indican que ingieren la misma cantidad absoluta de energía que
los individuos con peso corporal normal. Más aún, el gasto de energía total y
el gasto de energía en reposo parecen ser similares a los de los sujetos
controles cuando se corrigen las diferencias en masa libre de grasa. Los
individuos con DC y los controles no difieren en la excreción fecal de grasa,
pero todavía se desconoce si la excreción alterada de otros
macronutrientes explica parcialmente este fenotipo. Dado que la variación interindividual
en la absorción de carbohidratos y proteínas parece variar más que la absorción de lípidos, sería
interesante saber si la pérdida fecal total de energía difiere entre los
sujetos EC y los controles. Un estudio
reciente de análisis metabolómico de orina de sujetos con EC sugiere que una
mayor excreción urinaria de aminoácidos y metabolitos intermediarios puede
contribuir a la resistencia a la ganancia de peso.
Los tratamientos anti-obesidad en humanos,
específicamente los desarrollados para excretar energía a través de la
alteración de la digestión intestinal de los lípidos (orlistat) o la
reabsorción renal de glucosa (inhibidores de SGLT2) muestran modestos, aunque
significativos, beneficios sobre el peso corporal. Por otra parte, antes del
mayor uso del bypass gástrico en Y de Roux y la gastrectomía en manga vertical,
la obesidad severa era tratada quirúrgicamente con bypass yeyunoileal, un
procedimiento que incrementa la excreción fecal de energía en un nivel
comparable con mala absorción (350-850 kcal/día). Es evidente que la energía
metabolizable, o “valor combustible” de los macronutrientes varía entre los
individuos. Por otra parte, el contenido de fibra dietética y el procesamiento
mecánico de los alimentos afectan la digestibilidad de los alimentos.
Adicionalmente, factores como la actividad física, el estrés, la edad y el
consumo de alcohol también pueden influir en la cantidad de energía que es
extraída de los alimentos. Considerando la evidencia acumulada recientemente,
incluyendo las nuevos aportes sobre la pérdida fecal y urinaria de energía, la
retención de nutrientes y la excreción de calorías emergen como dos componentes
que potencialmente afectan el peso corporal humano.
En conclusión, la ingesta de alimentos y el
gasto de energía son los típicos determinantes
del peso corporal. Sin embargo, las observaciones recientes indican que
un tercer, y a menudo olvidado, factor, la pérdida fecal de energía puede
influir en el balance energético. La excreción de macronutrientes modula la
homeostasis energética y tiene un potencial impacto sobre la propensión a ganar
peso. Sin embargo, la contribución
exacta de estos factores no está claramente definida y poco se sabe acerca de
la extensión en que la pérdida de energía en heces y orina contribuye a las
diferencias fisiológicas entre los fenotipos ahorrador y despilfarrador.
Fuente: Lund J et
al (2020). Role of energy excretion in human body weigth regulation. Trends in
Endocrinology & metabolism 31: 705-708.
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