Oxigenación de tejido adiposo
La obesidad es
definida como un índice de masa corporal (IMC) de 30 kg/m2 o mayor y
se caracteriza por una excesiva expansión de la masa de tejido adiposo blanco
(TAB). La tendencia global en la prevalencia de obesidad representa un problema
de salud pública con más de 700 millones de niños y adultos afectados en el
mundo. La obesidad predispone a múltiples desórdenes como resistencia a la
insulina y diabetes mellitus tipo 2 (DMT2), enfermedad cardiovascular (ECV) y
varios tipos de cáncer, aunque 10-30% de individuos obesos no presentan un
perfil metabólico patológico. No obstante, este fenotipo, a menudo referido como obesidad metabólicamente sana,
conlleva un incremento en el riesgo de desarrollar DMT2 y ECV más tarde en la
vida en comparación con individuos con peso normal. Estos datos sugieren que la
fisiopatología de la obesidad y sus complicaciones es manejada por la
disfunción del TAB más que por el incremento en la masa de TAB solamente.
El TAB disfuncional se caracteriza por
adipocitos hipertróficos, alteraciones en el metabolismo de los lípidos
(incluyendo una reducida capacidad para amortiguar la entrada diaria de lípidos
de la dieta contribuyendo, por tanto, a la acumulación ectópica de grasa),
disminución del flujo sanguíneo del tejido adiposo y un estado de inflamación
de bajo grado crónica. La presencia de inflamación del tejido adiposo en la
obesidad está bien establecida y han sido identificados varios factores que contribuyen a la secuencia
de eventos que generan un fenotipo
pro-inflamatorio de obesidad. Por otra parte, los hallazgos más recientes
proporcionan evidencia que la cantidad de oxígeno en el microambiente del
tejido adiposo puede también impactar al metabolismo y la inflamación del
tejido adiposo. Por tanto, la oxigenación puede ser un factor clave en la
fisiopatología de la disfunción del tejido adiposo y las enfermedades crónicas
asociadas.
Una de las principales funciones del TAB es
la preservación de energía en forma de triacilglicerol (TG) en respuesta a un balance energético positivo
crónico. El tejido adiposo tiene la
capacidad para expandirse a nivel celular reclutando stem cells/pre-adipocitos
de la fracción estroma vascular, lo cual resulta en más adipocitos
(hiperplasia) o agrandamiento de los adipocitos existentes (hipertrofia). Los
adipocitos pueden aumentar sustancialmente su tamaño pero tienen un cierto
límite de expansión, lo que implica que estas células tienen una capacidad
máxima de almacenamiento de TG. Sin
embargo, más importante que la capacidad máxima de almacenamiento es la
capacidad para almacenar dinámicamente lípidos en la fase postprandial, llamada
capacidad amortiguadora de lípidos, y liberar ácidos grasos bajo condiciones de
ayuno. El TAB hipertrófico tiene alterada la capacidad de almacenar ácidos
grasos derivados de la comida. Como consecuencia, más lípidos de la dieta son
dirigidos a través de la circulación sanguínea a otros tejidos, lo cual resulta
en acumulación ectópica de grasa cuando la captación de lípidos excede a la
oxidación de lípidos. El almacenamiento del exceso de lípidos en tejidos no
adiposos en la obesidad tiene importantes consecuencias metabólicas pues está
fuertemente asociado con resistencia a la insulina. Más aún, los adipocitos
hipertróficos se caracterizan por un fenotipo pro-inflamatorio, lo cual agrava
la resistencia a la insulina. Sin embargo, la inflamación de los adipocitos
también es esencial para la expansión y remodelación del tejido adiposo sano,
lo que sugiere que la inflamación no es solamente un fenómeno patológico. La
medicación usada para tratar la diabetes tipo 2 puede aliviar la inflamación a
través de la reducción de la
hiperglucemia. Sin embargo, los efectos anti-inflamatorios de estos agentes son
inconsistentes y aún no está claro si
sus efectos metabólicos beneficiosos son mediados a través de la modulación de
la inflamación de bajo grado crónica.
La inflamación del TAB no solamente es
causada por la secreción de factores pro-inflamatorios por los adipocitos, sino
también es determinada por la infiltración de varias poblaciones de células
inmunes pro-inflamatorias como los macrófagos. En roedores, los macrófagos
pueden ser divididos en dos fenotipos: pro-inflamatorio M1 y anti-inflamatorio
M2. Los macrófagos M1 son activados por patrones moleculares asociados con
daño, citoquinas como IFN-γ y ácidos grasos libres, y actúan como fuente de
citoquinas pro-inflamatorias, incluyendo factor de necrosis tumoral (TNF)-α,
interleuquina (IL) 1β, IL-6, IL-12 e IL-23. Por el contrario, los macrófagos M2
juegan un rol en la remodelación tisular y la relación M1/M2 en el TAB es
crítica en la fisiopatología de la obesidad, pues los macrófagos M2 actúan como reguladores y supresores de la
inflamación, contrabalanceando los efectos pro-inflamatorios de los macrófagos
M1. En humanos, los fenotipos de macrófagos son más complejos y la división en
M1/M2 no es clara.
En la obesidad, los cambios ocurren no solo
en la población celular, sino también en la matriz extracelular (MEC) del
tejido adiposo. La MEC, formada por
colágeno, glucoproteínas y proteoglucanos, proporciona soporte mecánico y
protección. Al mismo tiempo, la MEC interactúa directamente y de una manera
dinámica con las rutas de señalización de los adipocitos, afectando la
diferenciación y expansión del tejido. Esto requiere remodelación y alteración
en la composición de la MEC, lo cual ha sido asociado con fibrosis y disfunción
del tejido adiposo en individuos con resistencia a la insulina.
La evidencia reciente sugiere que la
oxigenación del TAB está alterada en la obesidad, lo cual puede impactar varios
aspectos de la función del TAB y la fisiología general del cuerpo. La presión
parcial de oxígeno (pO2) en el tejido adiposo ha sido medida en
roedores y humanos con métodos directos e indirectos para estimar la
oxigenación del TAB. La medición directa de pO2 usando electrodos
tipo aguja demuestra que la oxigenación del TAB es menor en ratones con
obesidad inducida por dieta que en los controles delgados. Adicionalmente, la
expresión de varios genes relacionados con la hipoxia, incluyendo al factor
inducible por hipoxia-1 alfa (HIF-1α) también aumenta. Más aún, usando
hidrocloruro de pimonidazole, el cual se
fija en las áreas hipóxicas, se ha demostrado que las áreas hipóxicas son más prevalentes en TAB de ratones obesos.
Sin embargo, es importante considerar que los modelos de obesidad de ratones se caracterizan por una rápida y masiva
ganancia de tejido adiposo debida al genotipo y/o la dieta que estos animales
reciben, lo cual no es comparable con el desarrollo más gradual de la obesidad
en humanos.
La hipoxia en el TAB ha sido investigada en
estudios recientes en humanos. Estos estudios demostraron que la oxigenación de
tejido adiposo está asociada positivamente con la resistencia a la insulina y la pO2
del tejido adiposo puede estar más relacionada con la sensibilidad a la
insulina que la obesidad per se. Por otra parte, la relación piruvato/lactato
en ayunas, la cual es un potencial signo metabólico de hipoxia, en sangre
arterial se correlaciona inversamente con la adiposidad. Los estudios
observacionales en humanos demuestran incremento en la expresión de HIF-1α en TAB subcutáneo de humanos con
obesidad mórbida. Después de una cirugía bariátrica hay una reducción de la
expresión de mARN de HIF-1α en TAB. Por el contrario, la expresión del gen
HIF-1α es regulada al alza durante la pérdida de peso inducida por una dieta
baja en calorías. El HIF-1α no solamente
es regulado por los niveles de oxígeno, sino también por factores de crecimiento incluyendo la insulina. Por
tanto, los disturbios metabólicos como resistencia a la insulina y/o hiperglucemia
pueden tener efectos marcados sobre la estabilidad de la proteína HIF-1α y
afectar modificaciones epigenéticas.
La pO2 del TAB es el resultado de
un delicado balance entre el aporte y el consumo de O2, el cual está
alterado en la obesidad. Más específicamente, diferencias en angiogénesis,
densidad capilar y función vascular determinan el flujo sanguíneo del tejido
adiposo (FSTA) y las demandas celulares que afectan el consumo de oxígeno
contribuyen a los cambios en la pO2 del TAB. Los aspectos
estructurales (por ejemplo, densidad vascular) y funcionales (por ejemplo, tono
vascular) determinan el FSTA y, por tanto, el aporte de oxígeno al TAB. Hay
sustancial evidencia sobre la insuficiente angiogénesis en los depósitos de TAB
en la obesidad. Los individuos obesos muestran disminución en el tejido adiposo
de la expresión de mARN del factor de crecimiento del endotelio vascular (VEGF),
el regulador master de la angiogénesis. Por otra parte, humanos con sobrepeso/obesos muestran baja densidad
capilar y una correlación positiva entre
VEFG y densidad capilar. Más aún, se ha demostrado que sujetos obesos con
resistencia a la insulina tienen menos capilares y un mayor número de grandes
vasos en el TAB en comparación con individuos delgados. Estos hallazgos son
indicativos de rarefacción vascular y disminución de la remodelación vascular
en el TAB de humanos obesos. Entonces, la menor densidad vascular puede
reflejar una mayor oxigenación del TAB en la obesidad. Alternativamente, si la
oxigenación del TAB es más baja en la obesidad, la respuesta pro-angiogénica no
es efectivamente propagada.
Además de la baja densidad capilar en el TAB
de individuos obesos, un incremento en el tono vascular puede alterar el FSTA,
el cual en última instancia determina el aporte de oxígeno tisular. Está bien establecido que el FSAT es alterado en
la obesidad humana. El FSAT en ayuno es más bajo en obesos que en individuos
delgados y ha sido relacionado con resistencia a la insulina. Más aún, en el
período postprandial así como durante la estimulación con insulina, el
incremento en el FSTA es más brusco en los obesos que los individuos delgados. Estos
hallazgos están relacionados con alteración de la respuesta beta-adrenégica y
un incremento en la actividad del sistema renina-angiotensina en la obesidad.
La manipulación farmacológica y fisiológica del FSTA induce alteraciones
concomitantes en la pO2 del TAB en humanos, lo cual sugiere que la
disminución del FSTA en la obesidad reduce el aporte de oxígeno en el tejido
adiposo. Sin embargo, la pO2
no es el único determinante del aporte de oxígeno al tejido, sino que
también depende del consumo de oxígeno por el TAB.
En los individuos con peso normal, el
consumo de oxígeno del TAB es relativamente bajo en comparación con otros
tejidos, aproximadamente 5% del consumo
de oxígeno de cuerpo. Se estima que el consumo mitocondrial de oxígeno es de
85%, mientras que el consumo no mitocondrial de oxígeno puede ser responsable
de 10-15% del consumo total de oxígeno en el TAB bajo condiciones de estado
estacionario. El consumo de oxígeno mitocondrial y no mitocondrial puede
cambiar durante la marcada remodelación del TAB que ocurre en la obesidad y
puede inducir alteraciones en la oxigenación del TAB. Está bien establecido que
la morfología, la masa y la función
mitocondriales son alteradas en múltiples depósitos de tejido adiposo de
roedores obesos. Más aún, está demostrado que tempranamente en el desarrollo de
la obesidad aumenta el metabolismo, la biogénesis y la producción de especies
reactivas de oxígeno (ROS) mitocondriales, lo cual es crítico para iniciar y
promover la diferenciación mitocondrial. En línea con los hallazgos en
animales, varios estudios en humanos reportan alteraciones en la capacidad
mitocondrial y reducida expresión de genes/proteínas relacionados con el
metabolismo mitocondrial en el TAB en estados de obesidad, resistencia a la
insulina y DMT2. Adicionalmente, ha sido demostrado que las proteínas
mitocondriales son reguladas a la baja no solo a nivel de TAB completo sino
también en adipocitos de individuos obesos. En concordancia con las
alteraciones en la densidad mitocondrial
y el consumo de oxígeno en el TAB de humanos obesos, hay indicaciones que la
pérdida de peso produce cambios beneficiosos en la función mitocondrial de TAB.
Después de la cirugía bariátrica, aumentan la capacidad respiratoria y la
biogénesis mitocondriales en el TAB. Por otra parte, la pérdida de peso
inducida por dieta incrementa la expresión de genes de marcadores de la
biogénesis mitocondrial y las rutas de consumo de oxígeno no mitocondrial en
humanos, lo cual puede contribuir a la
reducción en la pO2 en el TAB.
Como cualquier otro tipo de célula, los
adipocitos deben mantener y ajustar su regulación metabólica y fisiológica en
respuestas a las fluctuaciones en el microambiente local, incluyendo las
variaciones en los niveles de oxígeno. Los principales reguladores de oxígeno
son los HIF, factores de transcripción que se unen al ADN y cambian la
expresión de genes en respuesta a las alteraciones en los niveles de oxígeno.
Los HIF tienen dos subunidades, α y β, la primera es una molécula sensible al
oxígeno y la subunidad β es
constitutivamente expresada por las células. La familia HIF comprende tres
miembros de acuerdo con tres subunidades α, HIF-1α, HIF-2α y HIF-3α. El HIF-1α
ha recibido la mayor atención y es considerado el regulador master de la
homeostasis de oxígeno. El HIF-1α es sintetizado continuamente y rápidamente
degradado en presencia de oxígeno, pero es estabilizado cuando los niveles de
oxígeno son bajos y es reclutado como factor de transcripción. Más
específicamente, durante la oxigenación suficiente de las células, el HIF-1α es
degradado enzimáticamente por la prolil-4-hidrolasa a través del proteasoma.
Durante las condiciones “hipóxicas”, las cuales son tejido-dependientes, pero
usualmente definidas como <1% de oxígeno en la mayoría de estudios, la
prolil hidroxilasa es inactivada y el HIF-1α no es sometido a la rápida
degradación. En estas condiciones, el HIF-1α forma un heterodímero con la
subunidad β y actúa sobre áreas de unión del ADN llamadas elementos de
respuesta a la hipoxia para regular la expresión de diferentes genes. Estos
genes codifican proteínas involucradas en múltiples procesos celulares,
incluyendo metabolismo de glucosa y lípidos, inflamación, metabolismo de MEC y
apoptosis.
En condiciones hipóxicas ocurre un cambio de
metabolismo aeróbico a anaeróbico, con la glucosa como mayor sustrato para la
generación de ATP. Los estudios in vitro demuestran un incremento en la
captación basal de glucosa en adipocitos de roedores y humanos tratados
agudamente con 1% vs 21% O2. Más aún, la captación de glucosa en
adipocitos humanos está inversamente relacionada con los niveles de O2
(1, 3, 5, 10, 15% vs 21% O2) con un pico en 1% O2. De
acuerdo con estos hallazgos, la exposición prolongada a bajos (5% O2)
pero no altos (10% O2) niveles fisiológicos de pO2
tienden a incrementar la captación en stem cells derivadas de adipocitos
multipotentes humanos. Sin embargo, resultados conflictivos han sido reportados
con relación a los efectos de la pO2 sobre la captación de glucosa
mediada por insulina. La exposición aguda a 1% O2 reduce la
captación de glucosa mediada por insulina en adipocitos humanos, lo cual es
indicativo de alteración de la señal insulina, un efecto que es reversible. Las
alteraciones en la captación de glucosa son debidas a cambios en la expresión y
localización de los transportadores de glucosa (GLUT). Entonces, los hallazgos
in vitro indican que la exposición a hipoxia severa (1-2% O2) y baja
pO2 (5% O2) incrementa la captación de glucosa e induce
un cambio hacia el metabolismo glucolítico en adipocitos de roedores y humanos.
La exposición de adipocitos a hipoxia severa
puede reducir la lipogénesis, mientras la exposición prolongada a pO2
fisiológica puede incrementar la lipogénesis. La cantidad de oxígeno en el microambiente
también impacta la lipolisis del adipocito. Varios estudios demuestran que la
exposición aguda a hipoxia severa (1% O2) incrementa la lipólisis
basal en adipocitos. Más aún, la exposición prolongada (14 días) a hipoxia severa incrementa modestamente la
lipólisis basal, mientras que la baja pO2 fisiológica (4% O2)
incrementa la lipólisis en mayor extensión en los adipocitos. En teoría, la
resistencia a la insulina en adipocitos puede explicar el incremento en la
lipólisis basal debido a que está reducida la supresión de la lipólisis mediada
por insulina. Sin embargo, como la exposición a la hipoxia mejora la
sensibilidad a la insulina, mecanismos alternativos podrían estar involucrados
en los efectos inducidos por la pO2 sobre la lipólisis basal.
Entonces, la hipoxia incrementa la lipólisis en adipocitos en roedores y
humanos, con efectos más pronunciados en condiciones de baja pO2
fisiológica.
Varios estudios demuestran que la expresión
y secreción de muchas adipoquinas son
sensibles a los niveles de pO2. La mayoría de estudios in vitro en
adipocitos humanos demuestran que la exposición aguda a hipoxia severa (1% O2)
induce un perfil de expresión y secreción
pro-inflamatorio en (pre)-adipocitos con niveles aumentados de TNF-α,
IL-1, IL-6, proteína quimioatrayente de monocitos-1 (MCP-1), inhibidor del
activador de plasminógeno (PAI)-1, factor inhibidor de la migración de
macrófagos y sintetasa inducible de óxido nítrico (iNOS). Más aún, varios
estudios reportan que la exposición aguda de pre-adipocitos de roedores y
humanos a hipoxia severa disminuye la
expresión y secreción de adiponectina e incrementa la de leptina. Mientras que
la exposición de estas células a baja pO2 fisiológica (5% O2)
resulta en secreción reducida de leptina y secreción aumentada de adiponectina.
La adiponectina, la cual a menudo está reducida en individuos con obesidad, es
una importante adipoquina que tiene beneficiosas propiedades metabólicas y
anti-aterogénicas. La leptina, cuya concentración se correlaciona positivamente
con la masa de tejido adiposo, es un importante regulador de la ingesta de
alimentos y el gasto de energía, proporcionando una importante
retroalimentación en relación con los depósitos de energía en el cuerpo.
La respuesta celular a los niveles de
oxígeno alterados depende en una gran extensión de la severidad y duración de
la exposición. Vivir en un sitio de alta altitud representa una condición de
exposición hipobárica hipóxica (alrededor de 15% O2 a 3000M de
altura) con pO2 relativamente baja en comparación con el nivel del
mar. Varios estudios sugieren que vivir en sitios de alta altitud está asociado
con mejoría de la función cardiovascular y pulmonar. En este contexto, muchos
estudios reportan una menor prevalencia de obesidad, enfermedades
cardiovasculares, DMT2 y cáncer en poblaciones que viven en sitios de alta
altitud. Sin embargo, es necesario señalar que a partir de estos estudios
observacionales no se puede concluir que la exposición a bajos niveles de pO2
tiene efectos beneficiosos sobre la salud, pues factores como la dieta y el nivel de actividad física pueden afectar
estos hallazgos. Los potenciales efectos de la exposición a la hipoxia severa
sobre péptidos orexigénicos (por ejemplo, grelina) y anorexigénicos (por ejemplo,
leptina) que afectan el apetito y la ingesta de alimentos pueden, al menos
parcialmente, estar subyacentes a la pérdida de peso y las consecuencias
metabólicas. Por otra parte, la combinación de hipoxia y ejercicio puede tener efectos
beneficiosos sobre la salud humana. Una mayor disminución de peso corporal
total y masa grasa corporal se observa
cuando el ejercicio se lleva a cabo bajo hipoxia en comparación con la
normoxia. Más aún, el ejercicio hipóxico disminuye los niveles de insulina en
individuos obesos y mejora la sensibilidad a la insulina en pacientes con DMT2,
en comparación con el ejercicio normóxico. Los mecanismos que subyacen a la
mejoría en la homeostasis de la glucosa inducida por la hipoxia aún no han sido
dilucidados, pero pueden involucrar mecanismos independientes de la insulina.
Adicionalmente, la exposición a la hipoxia incrementa la captación de glucosa
en células de músculo esquelético a través de la señal AMPK. Por tanto, la
exposición a la hipoxia durante el ejercicio puede tener efectos aditivos o
sinergísticos sobre la captación de glucosa periférica.
En conclusión, la disfunción de tejido
adiposo en la obesidad está relacionada con una variedad de disturbios
metabólicos y endocrinos que contribuyen a las alteraciones en el metabolismo
de la glucosa y los lípidos así como también en
la homeostasis inmune. La reducida capacidad para amortiguar los lípidos del tejido adiposo
hipertrófico en la obesidad resulta en acumulación de lípidos en órganos
metabólicos claves como hígado y músculo esquelético, lo cual está asociado con
resistencia a la insulina. La pO2 puede tener un rol clave en los
disturbios metabólicos e inflamatorios que se observan en la mayoría de
individuos obesos. La disfunción mitocondrial en el tejido adiposo puede
contribuir a la mayor pO2 del tejido adiposo en la obesidad. La alteración en la pO2 no solo
puede afectar la fisiología del tejido adiposo sino también la homeostasis
metabólica del cuerpo.
Fuente: Lempesis
IG et al (2020). Oxygenation of adipose tissue: a human perspective. Acta
Physiologica 228: 1-17.
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