El eje
somatotrópico en el envejecimiento humano
Los niveles de hormona de crecimiento (GH) y factor de crecimiento similar a insulina-1
(IGF-1) cambian a través de la vida de los humanos. El pico de los niveles
circulantes de GH/IGF-1 ocurre en la segunda década de la vida, un tiempo de considerable proliferación celular y
crecimiento lineal, pero luego disminuyen rápidamente hasta la sexta década cuando
presenta un “plateau”. El efecto de esta
disminución relacionada con la edad sobre la salud en los humanos es complejo y aún no se conoce
completamente, aunque hay consenso entre los científicos que el reemplazo de GH
no es una opción viable de tratamiento en la población adulta mayor. Los datos
disponibles a partir de humanos gemelos e individuos con longevidad excepcional
acerca de los potenciales efectos beneficiosos
de la atenuación de la señal
somatotrópica sobre la vida y la salud son aún inconclusos. Aunque es posible alterar en los humanos la
señal GH/IGF-1 con agentes farmacológicos, muchas preguntas importantes
permanecen sin respuesta. Por ejemplo, ¿hay en los adultos mayores órganos/sistemas
que pueden sufrir efectos perjudiciales por la disminución de la señal
GH/IGF-1?, ¿Cómo difieren estos efectos
entre hombres y mujeres?, ¿Cuál es la contribución de los factores ambientales, como la
nutrición, a la función del eje
somatotrópico?
La GH es secretada en forma de pulsos por la hipófisis
anterior en respuesta a la
estimulación por la hormona
liberadora de hormona de crecimiento
(GHRH), la ghrelina y componentes de la dieta
como las proteínas. La secreción de GH es inhibida por el IGF-1 en un
asa de retroalimentación, así como por la somatostatina y otras señales
neuroendocrinas, incluyendo la insulina. La GH es el principal regulador
de la expresión hepática de IGF-1, el cual también es regulado y
secretado por otros órganos de manera
autocrina /paracrina. La insulina potencia la secreción hepática de IGF-1 en respuesta a la GH a través de la regulación hacia arriba de los
receptores de GH. El IGF-1 inicia
cascadas de señalización intracelulares a través de la unión al IGF-1R en la superficie celular y activa la fosforilación de moléculas sustratos del receptor de
insulina (IRS), la ruta fosfoinositido 3-kinasa/proteina kinasa B (PI3K/Akt) y la proteína kinasa activada por
mitogenos (MAPK). El IGF-1 también
controla múltiples funciones incluyendo la actividad del blanco de rapamicina (mTOR) y la
translocación de Forkhead box O (FoxO).
El IGF-1 se une a una familia de proteínas estructuralmente relacionadas llamadas proteínas de unión de IGF (IGFBP1 a 6) que secuestran el
IGF-1 en complejos de alta afinidad. La producción hepática de IGFBP1 está bajo
control negativo de la insulina y se correlaciona inversamente con los niveles
de IGF-1, mientras la producción de IGFBP3 está bajo regulación positiva de la
GH. La IGFBP1 circula en pequeñas cantidades y la IGFBP es la más
abundante de estas proteínas ligadoras. En la circulación, la mayor parte del
IGF-1 está unida a la IGFBP3 como parte de un complejo ternario de 150 kD que
involucra a una tercera proteína, la subunidad ácido lábil (ALS). Este proceso
altamente regulado protege al IGF-1 y
las IGFBP de una rápida degradación o
eliminación de la circulación al tiempo que mantiene las concentraciones
circulantes de la forma biológicamente
activa (“libre”) de IGF-1 en niveles relativamente bajos. Algunas de las IGFBP
exhiben acciones independientes del
IGF-1 e impactan funciones como el metabolismo de la glucosa y el ciclo celular. Con el envejecimiento, disminuyen la amplitud
y la frecuencia de los pulsos de GH, lo que provoca disminución de los niveles
circulantes de IGF-1. Sin embargo, se
desconoce el impacto de esta disminución sobre la producción autocrina de IGF-1 por el cerebro y tejidos
periféricos.
Los humanos con variaciones genéticas o mutaciones en la ruta GH/IGF-1 son usados como modelos
para estudiar la relación entre el eje
somatotrópico, la salud y la longevidad. En este contexto, los individuos con
receptor de GH (GHR) no funcional debido a una mutación en el gen GHR (enanos
Laron) manifiestan un riesgo significativamente reducido de desarrollar cáncer, y diabetes mellitus
tipo 2. Las mujeres nonagenarias portadoras de polimorfismos genéticos que atenúan la acción de la ruta GH/IGF-1
exhiben mayor supervivencia. Asimismo, los individuos con longevidad
excepcional tienen mutaciones
funcionales en el gen IGF-1R que les confiere resistencia al IGF-1. Variantes
en los genes AKT1 y FOXO3A han sido identificadas en individuos longevos de
diversas razas, aunque su rol funcional aún no está definido. Más aún, los individuos centenarios exhiben
altos niveles del microARN hsa-miR-363, el cual regula a AKT1 e IGFBP5. Esto indica que la regulación posttranslacional del eje
GH/IGF-1 también puede jugar un rol en la longevidad. La pregunta sobre si
estos efectos beneficiosos requieren la
exposición durante el desarrollo o si podrían ser alternativamente activados
por intervenciones farmacológicas todavía no tiene respuesta
satisfactoria.
El envejecimiento es el principal factor de riesgo
subyacente de numerosas enfermedades,
incluyendo enfermedades cardiovasculares, cáncer diabetes tipo 2 y
demencia. Los individuos centenarios
retardan significativamente el inicio de
la mayoría de las enfermedades asociadas
con la edad y frecuentemente escapan de tales enfermedades. Los niveles
circulantes de IGF-1 se correlacionan inversamente con la supervivencia en
individuos adultos mayores. Un estudio con nonagenarios holandeses de ambos
sexos reporta que la tasa de mortalidad fue 27%
menor en individuos con baja relación IGF-1/IGFBP3. Más aún, los individuos con la más baja relación
IGF-1/IGFBP3 obtuvieron las mayores
puntuaciones en el rendimiento en
actividades de la vida diaria. Estas observaciones sugieren que la
disminución de la función del eje GH/IGF-1 puede ser beneficiosa para el
envejecimiento humano al tiempo que promueve la longevidad confiriendo protección
contra las enfermedades relacionadas con la edad.
La evidencia epidemiológica revela que los elevados niveles circulantes
de IGF-1 están asociados con un
incremento en el riesgo futuro de cáncer
en las poblaciones humanas. El IGF-1 promueve la malignidad estimulando el
crecimiento y la proliferación celular.
La evidencia que relaciona al IGF-1 con el cáncer en humanos es más
fuerte para el cáncer de mama y el
cáncer de próstata. Adicionalmente, los
niveles de IGFBP han sido relacionados con el riesgo de cáncer, niveles
elevados de IGFBP3 han sido relacionados con cáncer de mama, mientras niveles
bajos de IGFBP1 reducen el riesgo de cáncer de próstata. El rol de la GH per se
en el riesgo de cáncer en humanos es menos claro. Los pacientes con acromegalia
que se caracterizan por secreción excesiva de GH tienen un mayor riesgo de presentar cáncer múltiple, incluyendo
colon, tiroides y próstata, mientras los enanos Laron parece que están
protegidos de la malignidad. Numerosos estudios en roedores han demostrado la
importancia de GH, IGF-1 e insulina en la tumorigénesis, mientras la
restricción calórica que reduce los niveles de IGF-1 e insulina retarda la
transformación y progresión de los tumores. La GH impacta el crecimiento del
tumor independientemente del IGF-1 circulante. Por ejemplo, la lesión del igf1
hepático no reduce la progresión del tumor prostático en ratones. En humanos,
líneas de células cancerosas, particularmente células metastáticas de melanoma,
expresan GHR, e incrementan su
proliferación en respuesta a la GH. Si
estos efectos sobre la progresión del cáncer
son mediados directamente por la GH o
a través de la producción local
de IGF-1 estimulada por GH aún no está claro. Varios estudios en humanos sobre
la mortalidad asociada al cáncer y los
niveles circulantes de IGF-1 revelan una
relación en forma de U, con los niveles más bajos y más altos de IGF-1
asociados con una mayor mortalidad relacionada con cáncer.
La relación entre enfermedad cardiovascular, mortalidad
asociada a cardiopatía y niveles de IGF-1 en humanos es conflictiva. Altos niveles circulantes de IGF-1 se
correlacionan positivamente con riesgo
de insuficiencia cardiaca congestiva,
pero no se ha encontrado asociación significativa entre IGF-1 y riesgo futuro
de eventos cardiovasculares como infarto
de miocardio. Por otra parte, varios
estudios poblacionales han encontrado 1,5-2 veces mayor riesgo de mortalidad
cardiovascular entre los individuos con bajos niveles circulantes de IGF-1. Los
datos de los estudios en animales son igualmente complejos. Ratones GH
transgénicos tienen hipertrofia cardiaca y más fibrosis similar a lo que se
observa en humanos con acromegalia, mientras ratas con deficiencia de GH e
IGF-1 tienen mayor incidencia de estrés arterial. Los modelos animales sugieren
que el IGF-1 puede proteger contra la
disfunción endotelial y reducir la señal pro-inflamatoria y por consiguiente contribuir a la protección
contra enfermedades cardiovasculares. Por el contrario, otros estudios reportan
que la lesión del gen IGF-1R en las células
endoteliales resulta en efectos
beneficiosos sobre la sintetasa de óxido
nítrico endotelial (eNOS) y la reparación de la pared vascular.
El eje somatotrópico está intrínsecamente relacionado con la ruta de señalización de la insulina y la homeostasis de la glucosa. La
reducción de la señal GH/IGF-1 resulta en extensión de la vida en modelos de mamíferos. En los mamíferos, las señales a través IGF-1R
e IR convergen en las rutas PI3K/Akt y
MAPK. Más aún, IGF-1R e IR pueden combinarse para formar heterodímeros
conocidos como híbridos IGF-1R/IR y la expresión de estos receptores híbridos
puede ser una proporción significativa
del total de receptores en
algunos tejidos como corazón, músculo y cerebro. Fisiológicamente, el IGF-1 tiene efectos similares a los de la
insulina en la periferia y en el cerebro para regular la homeostasia de la
glucosa, aunque el IGF-1, a través de su acción central, es más potente que la
insulina en la regulación de flujos de
glucosa periférica en el envejecimiento.
La asociación
entre niveles circulantes de IGF-1 y función cognitiva en humanos es motivo de debate actualmente. Un estudio
reciente demuestra que los niveles
elevados de IGF-1 se correlacionan
positivamente con la función cognitiva en hombres viejos pero no en mujeres.
Los resultados de los estudios prospectivos son más inconsistentes, pero
algunos de esos estudios reportan un pobre rendimiento cognitivo y un
incremento en el riesgo de enfermedad de
Alzheimer en los individuos con bajos niveles de IGF-1, mientras otros estudios
no encontraron ninguna asociación entre la
función cognitiva y los niveles circulantes de IGF-1. Los estudios en
roedores revelan que los niveles de
IGF-1 en la circulación, líquido cerebroespinal (LCE) y tejido cerebral
disminuyen con el avance de la edad en algunas cepas, mientras la expresión de
IGF-1R en varias regiones del cerebro incrementa, disminuye o se mantiene sin
cambios. Sin embargo, paradójicamente en ratones enanos, la expresión de GH e
IGF-1 en hipocampo aumenta, lo que sugiere que el mantenimiento de niveles
adecuados de IGF-1 en el cerebro puede ser crítico para la función cognitiva
normal en estos ratones. El cerebro, además de la producción local, recibe IGF-1 de la periferia a través de un
mecanismo de transporte en el plexo coroideo que involucra al IGF-1R y a la
proteína relacionada con el receptor de lipoproteínas de baja densidad 2
(LRP2), pero algunos estudios sugieren que el flujo de IGF-1 del LCE al tejido
cerebral es alterado con el envejecimiento. Sin embargo, la administración de
IGF-1 en el SNC puede mejorar el aprendizaje y la memoria en ratones viejos.
Los mecanismos relacionados con este efecto no están claros pero aparentemente involucran al
sistema cerebrovascular, el acoplamiento neurovascular, la regulación de
receptores N-metil-D-aspartato (NMDA), la función sináptica y la plasticidad
sináptica. El IGF-1 también influye en la cognición durante el envejecimiento a
través de su efecto sobre la neurogénesis.
La disminución
de la densidad mineral ósea (DMO) que causa fragilidad del hueso, llamada
osteoporosis, provoca un incremento en el riesgo de fracturas y a menudo se presenta
como una manifestación del
envejecimiento. La GH y el IGF-1 regulan el metabolismo óseo a través de
señales paarcrinas/autocrinas. La GH induce la producción de IGF-1 por los
osteoblastos. El IGF-1, a su vez, afecta la diferenciación de osteoblastos y la mineralización ósea. La hormona paratiroidea también contribuye a la transcripción del gen IGF-1en el hueso.
Varios estudios conducidos en poblaciones de adultos mayores han encontrado una
correlación positiva entre los niveles de IGF-1 y la DMO específicamente en
mujeres o solamente en hombres. Los análisis prospectivos han confirmado una asociación similar en
mujeres. Los bajos niveles de IGF-1 han sido relacionados con incrementos en el
riesgo de fracturas en hombres y
mujeres, aunque no todos los estudios muestran efectos específicos con relación al
sexo. La evidencia reciente en estudios de deficiencia inducida de IGF-1 en
modelos de roedores sugiere que los bajos niveles de IGF-1 en la vida temprana
–pero no en la vida tardía- provoca reducciones
en la estructura y fuerza del
hueso cortical en machos y hembras. Otros estudios reportan
que la deficiencia de IGF-1, a pesar de
un exceso de GH, compromete la integridad del esqueleto y acelera la pérdida
ósea. Por otra parte, el tratamiento con IGF-1 fue insuficiente para restaurar la integridad del esqueleto en ausencia de GHR, lo que
sugiere que la GH y el IGF-1 son requeridos
para el desarrollo normal y la integridad del esqueleto.
Los
investigadores del envejecimiento reconocen que el efecto de una hormona puede
diferir dramáticamente en un organismo joven en comparación con uno viejo. El
concepto de “antagonismo pleiotrópico” el cual establece que algunos factores pueden
tener efectos beneficiosos para el
crecimiento y la reproducción en el joven, pero tener efectos perjudiciales
para un organismo viejo, es relevante para el eje somatotrópico. El IGF-1 es
requerido para el desarrollo normal del cerebro y aparentemente juega un rol en
la salud cardiovascular y la adquisición de hueso; pero los niveles circulantes
persistentemente altos durante la vida media y la vida tardía pueden causar un
mayor riesgo de malignidad. Por otra
parte, es ampliamente aceptado actualmente que los efectos de la GH, y
particularmente el IGF-1, sobre la
fisiología, la enfermedad y la supervivencia son sexo-específicos.
Los niveles
circulantes detectables de IGF-1no necesariamente reflejan su concentración a nivel tisular, donde puede
ser producido localmente y ejercer función paracrina/autocrina. Por lo tanto,
es posible que la disminución de los niveles circulantes de IGF-1 pueda
provocar una mayor producción local como resultado de la perdida de la
retroalimentación negativa que ejerce el
IGF-1 circulante. Esto puede explicar cómo diferentes órganos que tienen requerimientos variantes
de IGF-1 pueden mantener una función óptima a pesar de la disminución del IGF-1
circulante. Por otra parte, los efectos beneficiosos de los altos niveles
circulantes de IGF-1 pueden ser
dependientes de la edad. Por ejemplo, la
regulación de la formación ósea por GH e IGF-1 se observa en animales jóvenes pero no en
roedores viejos. Entonces, la disminución en los niveles GH/IGF-1 asociada con la edad puede resultar en protección contra la
malignidad sin compromiso del sistema músculo-esquelético
en los individuos viejos.
En conclusión,
los estudios en humanos y animales revelan un impacto beneficioso de la disminución de la acción del IGF-1
sobre varias enfermedades relacionada con la edad. Sin embargo, a pesar de
estas evidencias, los resultados de los estudios epidemiológicos no
proporcionan la misma claridad. Las inconsistencias en los resultados de
estudios en humanos son
enfermedad-especificas.
Fuente: Mitman S et al (2016). The
somatotropic axis in human aging: framework for the current state of knowledge and future research. Cell Metabolism 23:
980-989.