Glucocorticoides,
hueso y metabolismo energético
El uso prolongado
de glucocorticoides (GC) está asociado con efectos adversos. En efecto,
el exceso de GC endógenos o exógenos está asociado con el desarrollo de
resistencia a la insulina, tolerancia a la glucosa alterada y diabetes. Los GC
también causan cambios en la distribución de la grasa favoreciendo su
acumulación central (visceral) a expensas del tejido adiposo subcutáneo.
Tradicionalmente se ha considerado que estos efectos adversos son mediados por acciones directas de los GC sobre el
tejido adiposo o el hígado. Sin embargo, estudios recientes cuestionan el rol de estos tejidos en el metabolismo energético anormal asociado con el exceso de GC. Al mismo
tiempo, otros estudios han indicado que estos efectos, al menos en parte, son
mediados a través de las acciones de los
GC sobre el hueso.
El tratamiento de larga duración con GC de humanos o animales de experimentación
provoca un incremento en la resistencia a la insulina que se manifiesta como una disminución de la
capacidad de la insulina para suprimir la producción endógena de glucosa. El
tratamiento de corta duración con GC está asociado con alteración de la
liberación de insulina por el páncreas pero esta acción no es prominente durante
el uso prolongado de GC. En estudios clínicos, los pacientes con artritis
reumatoidea tratados crónicamente con prednisona tienden a desarrollar
resistencia a la insulina. La mayoría de individuos mantienen los niveles
sanguíneos de glucosa en el rango no diabético pero esto solamente es
posible a través de un aumento en los
niveles plasmáticos de insulina. Sin
embargo, una proporción significativa de
individuos tratados con GC desarrollan
intolerancia a la glucosa o diabetes mellitus. Estos pacientes generalmente son
aquellos que ya tienen algún grado de
resistencia a la insulina debido a su edad, susceptibilidad genética o
étnica o presencia de otra patología.
Muchos pacientes expuestos a altas dosis
de GC por periodos prolongados desarrollan también cambios en la distribución de la grasa pero hay una gran variación en el grado
en el cual ocurre esto entre los individuos. La base para los cambios en la distribución de la grasa no
está clara pero se ha propuesto que podría deberse a las diferencias en la respuesta a los GC de los tejidos adiposos subcutáneo y
visceral.
La acción de los GC en un tejido particular es regulada por mecanismos a nivel del receptor y por mecanismos
“pre-receptor”. Los GC, como todas las hormonas esteroideas, son capaces de a
travesar la membrana celular. Ellos primariamente ejercen sus efectos uniéndose a receptores intracelulares
(receptores glucocorticoides o GR). Los GC activan una variedad de mecanismos después de su
unión al GR. Estos mecanismos incluyen la unión como dímero a los elementos de respuesta clásicos de los
GC en el ADN, la unión como monómeros a elementos de respuesta no clásicos en el ADN o la
unión como monómeros a proteínas involucradas en rutas de señalización pro-inflamatorias
como NF-κB y AP-1. La capacidad de los
GC para unirse a su receptor es regulada por enzimas intracelulares que
pueden convertir los GC entre formas activas e inactivas. Las mejor
caracterizadas de estas enzimas son los dos tipos de 11β-hidroxiesteroide deshidrogenasa (11β-HSD).
La enzima tipo 1 (11β-HSD1) es capaz de
convertir cortisona inactiva (y su
equivalente dihidrocorticosterona en roedores) en cortisol activo (corticosterona en roedores). Por el
contrario, la enzima tipo 2 (11β-HSD2) inactiva cortisol y corticosterona en
cortisona y dihidrocorticosterona, respectivamente. La 11β-HSD1 es expresada en
casi todos los tejidos implicados en los
efectos de los GC sobre el metabolismo energético, incluyendo tejido adiposo,
hígado, músculo, páncreas y osteoblastos. Por el contrario, la expresión de
11β-HSD2 está restringida primariamente
a las células involucradas en la homeostasis del sodio (riñón, colon,
glándulas sudoríparas y glándulas salivales. Los estudios en humanos indican
que la sensibilidad de los individuos a los efectos adversos de los GC en los huesos, la composición del cuerpo
y el balance energético está, al menos en parte, relacionada con la actividad de la enzima 11β-HSD1. El nivel de actividad
de la 11β-HSD1 en individuos sanos predice la respuesta de marcadores óseos
como la osteocalcina al tratamiento con
prednisona. Los cambios en la composición del cuerpo que se observan en la
enfermedad de Cushing (hipercortisolismo
debido a adenoma secretor de ACTH en la hipófisis) están relacionados
con la baja actividad de la 11β-HSD1
asociada con una relativa protección del exceso de GC. Los estudios en animales
también resaltan la importancia de la 11β-HSD1 en la mediación de los
efectos de los GC sobre la composición
del cuerpo y el metabolismo energético. Estos datos indica que los efectos del exceso de GC sobre
el metabolismo energético no son
mediados a través de efectos
directos sobre el tejido adiposo.
Aunque los estudios in vitro han demostrado efectos directos de los GC sobre diversos tipos de células involucradas en el
balance energético hay poca -y a menudo controversial- evidencia con respecto a
cómo los GC ejercen sus efectos adversos in vivo. La visión tradicional
que el tejido adiposo en
particular es el blanco de la acción de
los GC ha cambiado con los recientes estudios in vivo. En este contexto, los estudios
con microdiálisis encontraron que el
tratamiento con hidrocortisona (cortisol)
induce resistencia sistémica a la insulina pero sensibiliza al tejido adiposo a los efectos de la insulina. Resultados similares se observaron en
estudios in vitro. Se especula que la
inducción de la resistencia a la insulina ocurre a través de efectos directos e
indirectos de los GC sobre el músculo
más que sobre el tejido adiposo. Por otra parte, ratones con ausencia total de
11β-HSD1 tienen protección contra los efectos metabólicos adversos de los GC. Sin embargo, los ratones con
ausencia parcial de 11β-HSD1en hígado o
tejido adiposo no tienen ninguna protección Esto sugiere que el exceso de GC
induce cambios sistémicos en el
metabolismo energético a través de
tejidos alternativos.
La osteocalcina (OC), una proteína no colágena producida
y secretada por los osteoblastos, reduce la resistencia a la insulina y estimula
la proliferación de células β y la producción de insulina en el páncreas. El péptido experimenta una modificación
post-translacional a través de la
γ-carboxilación de tres residuos de ácido glutámico que le permite unirse a la
matriz ósea mineralizada. Una proporción de OC se mantiene descarboxilada y en
la circulación se encuentran ambas
formas de OC. Los ratones que carecen de OC
exhiben obesidad visceral, hiperglucemia e hipoinsulinemia. Varios
estudios han demostrado que la infusión de OC descarboxilada en ratones reduce
la ganancia de peso inducida químicamente y por dieta, la masa grasa, la
esteatosis hepática y la resistencia a la insulina. La OC mejora la captación de
glucosa en músculo, tejido adiposo e hígado. El hallazgo que las células óseas
están involucradas en la regulación del metabolismo energético sistémico en
ratones (y posiblemente humanos) sugiere que el hueso podría ser un mediador de
los efectos adversos de los GC sobre el metabolismo energético. Esta hipótesis
ha sido apoyada por la demostración que la expresión de OC por los osteoblastos
es sensible a la acción de los GC. En
efecto, los GC son conocidos como los más poderosos inhibidores de la expresión
y liberación de OC y el nivel circulante de OC es usado como marcador
clínico de los efectos de los GC sobre
el esqueleto. En los ratones no tratados
con GC, la OC incrementa la producción de insulina por las células β,
mientras en los ratones tratados con GC,
el incremento en los niveles de insulina guarda relación con el nivel de expresión de OC. Por otra parte,
los ratones no tratados con GC que reciben mutantes de OC no exhiben cambios en los niveles plasmáticos de
insulina en ayunas, lo que sugiere que el reemplazo de OC resulta en mejoría de
la sensibilidad periférica a la insulina pero no de la producción de insulina.
En el contexto del tratamiento con GC, los estudios en la
actualidad se orientan a la investigación del hueso,
específicamente a la OC y/o moléculas relacionadas, como regulador del
metabolismo energético. Esto tiene importantes implicaciones clínicas pues los efectos metabólicos adversos de los GC
son difíciles de contrarrestar clínicamente. Hay pocos datos clínicos
sobre la relación entre GC, OC y cambios en el metabolismo energético. La situación
es particularmente complicada porque muchas personas tratadas con GC tiene una
enfermedad subyacente que por si misma podría influir en el balance energético
y la homeostasis de la glucosa. A lo anterior se agrega la carencia de ensayos clínicos que aumenten
selectivamente los niveles plasmáticos de OC. Un estudio reciente trata de
superar estas limitaciones y examina
pacientes con osteoporosis inducida por GC tratados con bisfosfonatos,
teriparatide (PTH 1-34), calcio o vitamina D. Es conocido que el tratamiento
con teriparatide estimula los niveles circulantes de OC, mientras los
bisfosfonatos los reducen. Este estudio prospectivo involucró a 111 pacientes,
de los cuales 45 recibieron
bisfosfonatos, 33 teriparatide y 33
solamente calcio o vitamina D. Todos los sujetos fueron seguidos por 12
meses y a cada uno se le exploraron los cambios en HbA1c y glucosa plasmática
en ayunas. Los resultados indican que el tratamiento con calcio, vitamina D o bisfosfonatos no impactó al control
glucémico. Sin embargo, en el grupo tratado con teriparatide hubo una pequeña
pero significativa mejoría en los niveles de HbA1c. No se reportaron cambios en
la glucosa en ayunas en los pacientes tratados con teriparatide. Estos hallazgos
sugieren que un tratamiento que estimula los niveles de
OC tiene el potencial para mejorar el control glucémico en los pacientes con
tratamiento crónico con GC.
En conclusión, la exposición prolongada a excesivos
niveles de GC endógenos o exógenos está asociada con alteraciones en la
composición del cuerpo y el desarrollo de resistencia a la insulina, tolerancia
a la glucosa alterada y diabetes. Los estudios recientes indican que estos
efectos son, al menos en parte, mediados a través de la acción de los GC sobre
el hueso, específicamente sobre los osteoblastos. En ratones, la
eliminación de la señal GC en los
osteoblastos atenúa significativamente los cambios en la composición del cuerpo
y el metabolismo energético que se observan durante el tratamiento con GC. La
OC parece ser el factor que conecta a los osteoblastos con el metabolismo
energético sistémico. La OC reduce la resistencia a la insulina y estimula la
producción de insulina.
Fuente: Cooper MS et al (2016). Glucocorticoids, bone and energy metabolism. Bone 82: 64-68.
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