Rol fisiológico del
GIP
El polipéptido insulinotrópico dependiente de
glucosa (GIP) fue descubierto en 1973
como inhibidor de la secreción de ácido
gástrico en estudios en perros. Los estudios de los años siguientes demostraron
que esa acción inhibidora solamente ocurre después de la desnervación del
estómago y que la capacidad del GIP para estimular la liberación de somatostatina
por el estómago explicaba la
carencia de actividad en el estómago
inervado, porque la actividad del nervio vago normalmente inhibe a la somatostatina y promueve la secreción ácida.
Sin embargo, los estudios en humanos bajo condiciones controladas no detectaron
ningún efecto del GIP en cantidades fisiológicas sobre la secreción ácida del
estómago. Entre tanto, el GIP era conocido como un efectivo promotor de la secreción de insulina en varias
especies, incluyendo humanos. Por otra
parte, los estudios con GIP porcino demostraron que el polipéptido que no afecta la secreción de insulina en
personas con diabetes tipo2.
Originalmente, hubo muchas dudas con respecto al rol del
GIP en el metabolismo de la glucosa, debido a que se pensaba que se necesitaban
concentraciones de glucosa considerablemente elevadas (>8 mmol/L) para que
el péptido fuera activo. Esto resultó no ser cierto y en estudios cuidadosos en
sujetos sanos se observó que el GIP en concentraciones plasmáticas fisiológicas
producía un efecto significativo sobre la insulina aún con niveles de glucosa
en ayunas y una respuesta
progresiva con incrementos
postprandiales (6-7 mmol/L); en particular, se notó que con las concentraciones
fisiológicas de GIP la respuesta de la insulina era similar en magnitud a la
producida por el GLP1. Por lo tanto, en individuos sanos, el GIP es una
importante hormona incretina con una
contribución equivalente a la del GLP1 en el efecto incretina. Sin embargo, hay una diferencia importante
entre ambas hormonas, con concentraciones fisiológicas, el GLP1 inhibe
significativamente la secreción de glucagón con cualquier nivel de glucosa
mientras el GIP no afecta la secreción de glucagón.
En los estudios en personas con diabetes tipo 2, las diferencias entre GIP
y GLP1 son más dramáticas. En condiciones de
clamp hiperglucémico, ninguna de las dos hormonas en concentraciones
fisiológicas afecta la secreción de
insulina. El glucagón es inhibido por el clamp sin importar que las hormonas
incretinas estén presentes o no. Las diferencias aparecen con las infusiones
farmacológicas de GLP1 y GIP. Mientras el GIP en dosis muy altas (>16
pmol/kg/min) no afecta la secreción de
insulina, el GLP1 provoca un incremento similar al que se observa en controles
no diabéticos con glucosa sola. Con estas dosis, el GLP1 inhibe la secreción de
glucagón hasta alcanzar niveles similares a los observados en los controles no
diabéticos, mientras el GIP estimula significativamente la secreción de
glucagón. Entonces, mientras el GLP1
tiene poderosas acciones antidiabéticas en estos pacientes, el GIP es
diabetógeno. En estudios recientes de
las acciones del GIP sobre la regulación de la glucosa y la secreción de
hormonas pancreáticas se llegó a la conclusión que en los individuos sanos, el
GIP ayuda a promover la secreción de insulina en condiciones de niveles altos de glucosa, mientras en
niveles bajos de glucosa, el GIP aumenta la secreción de glucagón pero no
afecta la secreción de insulina. Ambas acciones tienden a estabilizar los
niveles plasmáticos de glucosa en un intervalo limitado.
La evidencia acumulada
recientemente indica que la tradicional clasificación de las células
endocrinas intestinales ya no es sostenible y que se pueden encontrar combinaciones
de varias hormonas en la
mayoría de esas células (por ejemplo,
células que producen GIP y GLP1). La
mayoría de células que producen GIP se
encuentran en intestino delgado proximal y duodeno, mientras las células que
producen GLP1 están más dispersas con muchas de ellas en intestino delgado
proximal y distal. Esto podría
sugerir que el GIP es la incretina de
“primera línea”, pero no hay evidencia que la respuesta del GLP1 se retarde con
respecto a la respuesta del GIP. Los
estudios en intestino delgado proximal aislado y perfundido sugieren que las
respuestas del GLP1 y el GIP a los nutrientes
ocurren simultáneamente. Sin embargo, la colocalización de las dos
incretinas ocurre solo en pocas células.
La respuesta del GLP1 en la mitad proximal del intestino delgado es similar a
la respuesta de la mitad distal, mientras el PYY (coexistente con GLP1 en las
células L) solamente es secretado en la mitad distal y el GIP es secretado
principalmente en la mitad superior. Por lo tanto, se puede concluir que las células proximales que secretan GLP1
deben ser diferentes de las células distales,
porque solamente las células distales secretan PYY. En apoyo a la
existencia de dos tipos separados de células (células K y L), recientemente se
demostró en roedores que solamente las células que secretan GLP1 –y no las
células que secretan GIP- responden a la neuromedina C o la bombesina.
Es bastante bien conocido que la secreción de
glucagón incrementa paradójicamente en los pacientes con diabetes tipo 2 después
de la ingesta oral de glucosa, mientras después de la administración
intravenosa de glucosa se observa supresión de la secreción de glucagón. La
infusión de cantidades fisiológicas de GIP. GLP1 y GLP2 o una combinación de
ellas a pacientes con diabetes mellitus
tipo 2 produce una temprana y pronunciada respuesta del glucagón causada por GIP, mientas el GLP1
inhibe la secreción de glucagón y el GLP2 es relativamente inerte. El perfil de
secreción de glucagón después de cualquier combinación de las hormonas es
similar al observado después de una carga oral de glucosa sola, lo que sugiere
que la secreción de hormonas por el intestino podría explicar la secreción
paradójica de glucagón después de la carga oral. Por otra parte, la
hipersecreción de glucagón después de una carga oral de glucosa se observa
también en los pacientes con bypass gástrico Roux en Y, lo que sugiere que la
fuente de la respuesta paradójica podría estar en el intestino.
A menudo se asume que el GIP juega un rol significativo
en el metabolismo de los lípidos estimulando su captación en el tejido adiposo,
aunque hay también evidencia que el GIP puede tener actividades lipolíticas. El
apoyo para el rol esencial del GIP en la
captación de lípidos deriva de estudios en ratones GIPR “knockout”, los cuales, a diferencia de
los animales controles, son resistentes a la obesidad inducida por dieta. Sin embargo, dos observaciones de otros
estudios apoyan una carencia de efecto
del GIP sobre la captación de lípidos: (1) la ausencia de un efecto sobre el
aclaramiento de triglicéridos en experimentos
con comida (aún cuando el GIP alcanza niveles elevados); y (2) la ausencia de
efectos del GIP elevado sobre los niveles de triglicéridos exógenos
administrados por infusión.
En otros experimentos, la captación de lípidos en tejido adiposo subcutáneo abdominal fue estudiada directamente en humanos sanos usando
el principio de Fick (la diferencia de
concentración arteriovenosa multiplicada por el flujo sanguíneo del tejido
adiposo). En este estudio una infusión
combinada de lípido, glucosa y GIP
(elevando también la concentración de insulina) fue asociada con un incremento en la captación de
lípidos en el tejido adiposo, pero la
captación fue gobernada completamente
por los cambios en el flujo sanguíneo en el tejido adiposo más que por incremento en la captación
fraccionada. Individuos obesos y personas con diabetes tipo 2 también fueron
estudiados pero en ellos el efecto no fue demostrable. Estos hallazgos sugieren
que el GIP (en combinación con glucosa e insulina) puede afectar el flujo el
flujo sanguíneo del tejido adiposo en los individuos sanos, y posible la
captación de lípidos, un dato que requiere más estudio. Por otra parte, un
estudio reciente en 1405 individuos con bajo y alto riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 reporta
que los altos niveles de GIP en ayunas, independiente de insulina, fueron asociados con bajos niveles de LDL, lo
que indica que los altos niveles de GIP pueden
promover el aclaramiento de lípidos sanguíneos. Entonces, con respecto a los
efectos del GIP sobre el metabolismo de los lípidos, aún hay mucho que
aprender.
El GIPR está presente en células óseas, incluyendo osteoblastos,
osteocitos y osteoclastos, lo que sugiere
un efecto directo del GIP sobre estas células. In vitro, el GIP
incrementa los niveles intracelulares de
AMPc y Ca2+ en osteoblastos, provocando incrementos en la expresión de colágeno tipo I y
fosfatasa alcalina, indicadores de la formación de hueso. Más aún hay estudios
que reportan que el GIP reduce la resorción ósea inducida por PTH. Estos datos
sugieren que puede existir un “eje entero-óseo” donde las hormonas liberadas por nutrientes
como el GIP modulan el recambio óseo
para coordinar la utilización óptima
de nutrientes por el hueso. El principal sitio de acción del GIP en el
hueso son los osteoblastos, en los cuales el GIP ejerce efectos antiapoptosis.
Adicionalmente, el GIP también puede estimular indirectamente la formación de
hueso a través de su acción sobre la
secreción de insulina por las células β del páncreas. La evidencia reciente
apoya el concepto de un “eje entero-óseo” donde las hormonas del tracto
gastrointestinal liberadas por la ingestión de nutrientes, posiblemente en
asociación con glucosa e insulina, son
responsables de la disminución en la
resorción ósea que normalmente se
observa durante el día y un
correspondiente incremento en la resorción
ósea durante la noche, cuando la secreción de hormonas intestinales es mínima, restaurando el balance
homeostático en la remodelación ósea. La importancia del tracto
gastrointestinal en estos mecanismos es
apoyada por la ausencia de un claro efecto del ayuno sobre los marcadores óseos
durante el día y la noche.
En conclusión, el GIP tiene muchas posibles acciones y el
GIPR es expresado en muchos tejidos. Su función como hormona incretina está
bien establecida en humanos, aunque la carencia
de GIP solo produce alteraciones menores en el metabolismo de la glucosa.
Su rol en el metabolismo de los lípidos es apoyado principalmente por
estudios en animales, mientras los
estudios en humanos aportan resultados ambiguos. El concepto del
GIP como regulador del metabolismo óseo
es aún incipiente, pero los datos
disponibles apoyan un rol en el
control de la masa ósea.
Fuente:
Holst JJ et al (2016). Searching for
the physiological role of glucose-dependent insulinotropic polypeptide. Journal of Diabetes Investigation 7: 8-12.