Sensores de
nutrientes en la placenta
El embarazo implica adaptaciones fisiológicas en la
madre, las cuales son esenciales para la redistribución de oxígeno y nutrientes hacia el feto en
crecimiento. Los cambios fisiológicos en la madre durante el embarazo incluyen:
(i) incremento del gasto cardiaco y
redistribución del flujo sanguíneo en la circulación de la placenta en
desarrollo, (ii) hiperventilación que facilita el intercambio gaseoso a través
de la barrera placentaria, (iii) resistencia a la insulina, la cual moviliza
glucosa, aminoácidos y lípidos en la segunda mitad del embarazo para
transferirlos al feto. Estas adaptaciones fisiológicas de la madre en el
embarazo son controladas, en parte, por la placenta. La placenta constituye la
principal interface entre la madre y el feto y representa el sitio primario
para el intercambio materno-fetal. El sincitiotrofoblasto, una capa de células
epiteliales multinucleadas y altamente especializadas, cubre la superficie de las vellosidades coriónicas, produce
hormonas, media el transporte de nutrientes y forma una barrera física e
inmunológica entre las circulaciones materna y fetal. Debido a la naturaleza
sincitial de este epitelio, la mayoría de solutos transferidos entre la madre y
el feto deben ser transportados, activa o pasivamente, a través de dos
membranas plasmáticas polarizadas del
sincitiotrofoblasto, una membrana apical
en contacto directo con la sangre materna y una membrana basal hacia los
capilares fetales. El sincitiotrofoblasto está estratégicamente posicionado
como una gran interface materno-fetal que determina el aporte de nutrientes
hacia el feto. Más aún, en el sincitiotrofoblasto, una amplia gama de rutas de
señalización celular modula e integra el
crecimiento y la función de la placenta
en respuesta a las demandas maternas y fetales.
El embarazo está asociado con un incremento en el retorno
venoso y la precarga cardiaca secundarios al incremento en el volumen sanguíneo
total materno. En la madre, el gasto cardiaco aumenta gradualmente durante el
embarazo temprano y alcanza un “plateau” en el inicio del segundo trimestre, el
cual se mantiene por el resto del embarazo.
Paralelamente, hay un incremento gradual y sustancial en la frecuencia
cardiaca y una disminución de la resistencia vascular, lo cual favorece un
incremento en el flujo sanguíneo en
numerosos lechos vasculares que incluye hígado, riñón y circulación
útero-placentaria. En ratas, se ha demostrado que los niveles de relaxina, una
hormona polipeptídica producida por el cuerpo lúteo, incrementa
gradualmente y alcanza un pico al final
del embarazo. Varios estudios sugieren que la relaxina podría tener un rol
importante en la disminución de la resistencia vascular y en el incremento del
gasto cardiaco asociados con el embarazo.
Después de la involución del cuerpo lúteo, la secreción de estrógenos y
progesterona a la circulación materna por la placenta aumenta
exponencialmente en el resto del embarazo. Los estrógenos, entre otros efectos,
aumentan el flujo sanguíneo útero-placentario. Los experimentos con vasos sanguíneos uterinos
y placentarios han demostrado que los estrógenos ejercen acciones
vasodilatadoras específicas y localizadas. El hecho de que la placenta carezca de inervación del sistema nervioso
autónomo, hace que aumente considerablemente la importancia del rol de los
estrógenos y/o factores vasoactivos locales para una adecuada perfusión útero-placentaria.
Durante la primera mitad del embarazo, en la madre, aumenta
la ingesta de alimentos y la secreción
de insulina aumenta 60%, lo cual estimula la lipogénesis y reduce la oxidación
de ácidos grasos promoviendo la acumulación de lípidos en el organismo
materno. Como resultado de lo anterior,
comienzan a subir los niveles de leptina. Los niveles circulantes de la
adiponectina materna aumentan en la gestación temprana, lo cual contribuye a
aumentar la sensibilidad a la insulina en el primer trimestre del embarazo. Durante
la segunda mitad del embarazo, continúan aumentando la ingesta de alimentos y
la acumulación de lípidos, pero la madre
desarrolla resistencia a la insulina, la cual se ve reflejada en una
disminución de 45%-70% de la
sensibilidad a la insulina. Estos cambios ocurren concomitantemente con una
reducción de los niveles plasmáticos de adiponectina, lo cual incrementa la
relación leptina/adiponectina. La
resistencia a la insulina de la segunda mitad del embarazo promueve en la madre
el incremento de la gluconeogénesis hepática y la reducción de la captación de
glucosa y del almacenamiento de energía
en músculo esquelético y tejido adiposo, al tiempo que incrementa la lipólisis
en tejido adiposo, lo cual favorece la disponibilidad de glucosa y lípidos para
su transferencia hacia el feto. Diversos factores contribuyen al desarrollo de
la resistencia a la insulina en la madre. Por ejemplo, la hormona de
crecimiento placentaria (pGH), una variante de hormona de crecimiento producida
por la placenta, es un potente antagonista de la insulina y estimula la
lipólisis materna y la gluconeogénesis hepática. En resumen, las adaptaciones
metabólicas en el embarazo temprano se caracterizan por la acumulación de
nutrientes, en particular depósitos de grasas. Por el contrario, durante la
segunda mitad del embarazo, las hormonas maternas y placentarias promueven un
mayor aporte de nutrientes hacia el feto.
La placenta
controla la distribución de los nutrientes maternos hacia el feto
influyendo en el aporte materno o alterando el manejo de nutrientes por el
feto. La placenta regula el aporte materno alterando la secreción de hormonas y
factores de señalización en la circulación materna. El transporte de
nutrientes es la función primaria del
sincitiotrofoblasto, lo cual determina no sólo el crecimiento placentario sino también la disponibilidad de nutrientes
para el feto. Aunque el crecimiento
fetal normal depende de la disponibilidad
de diferentes clases de nutrientes, la disponibilidad de aminoácidos es
un factor determinante para el
crecimiento fetal y las concentraciones
de aminoácidos generalmente son mayores en el feto que en la madre. Si
bien la placenta expresa al menos 25 diferentes sistemas de transportadores de aminoácidos, solamente
unos pocos han sido estudiados en
detalle. El sistema A es un transportador
de aminoácidos dependiente de Na+, mediador de la captación de
aminoácidos neutros no esenciales en contra de su gradiente de concentración en
el sincitiotrofoblasto. La alta concentración intracelular de aminoácidos no
esenciales sirve como fuerza impulsora para el intercambio de aminoácidos
esenciales extracelulares a través del sistema L de transportadores de
aminoácidos, un intercambiador independiente de Na+. La actividad
del sistema A es altamente polarizada en la membrana apical de las microvellosidades
del sincitiotrofoblasto, mientras que el sistema L es expresado en las
membranas del sincitiotrofoblasto de una manera dependiente de isoformas. Los transportadores de aminoácidos
placentarios son regulados por hormonas, citoquinas y nutrientes. La membrana
apical de las microvellosidades del sincitiotrofoblasto expresan receptores
para hormonas como insulina, IGF-I y leptina. Estas hormonas y citoquinas como interleucina 6 (IL-6) y factor de necrosis tumoral α actúan como
reguladores positivos del sistema A. La activación del sistema A por IL-6,
leptina y ácido oleico involucra al factor de transcripción STAT-3. Por el contrario, la
IL-1β, una citoquina proinflamatoria que aumenta su expresión placentaria en la
obesidad, inhibe la señal insulina y previene el transporte de aminoácidos
estimulado por insulina.
La evidencia obtenida en experimentos con animales
demuestra que la estructura, el crecimiento y la función de la placenta son
afectados directamente por la disponibilidad de nutrientes maternos y/o las
perturbaciones en el ambiente materno. Estos cambios influyen en la
transferencia de solutos y oxígeno hacia el feto y alteran la secreción de
hormonas y moléculas de señalización en la circulación fetal. Hay una variedad de señales que proporcionan
información con respecto a la capacidad del aporte materno para apoyar el
embarazo. Estas señales incluyen al flujo sanguíneo útero-placentario, el cual
puede aumentar rápidamente durante el embarazo como soporte del crecimiento y
la oxigenación del feto. Los niveles circulantes maternos de nutrientes y de hormonas como cortisol,
insulina, leptina e IGF-I informan a la placenta del estado nutricional de la
madre. Por ejemplo, la restricción de nutrientes en la madre está asociada con bajos niveles
circulantes de insulina, IGF-I y leptina, y niveles elevados de cortisol. Por
el contrario, en condiciones de sobre nutrición, como la obesidad, aumentan los
niveles plasmáticos de insulina, IGF-I y leptina. Adicionalmente, las adipoquinas secretadas
por el tejido adiposo materno pueden proporcionar importante información acerca de los depósitos de grasas y el medio
proinflamatorio. En particular, los niveles circulantes de adiponectina se
correlacionan inversamente con el peso
del recién nacido al nacer. Por el contrario, los niveles fetales de
adiponectina se correlacionan positivamente con el peso del recién nacido al
nacer. Estos datos sugieren que la adiponectina, materna y fetal, puede tener
roles opuestos e independientes en la regulación del crecimiento fetal. La
adiponectina materna inhibe la señal insulina en la placenta y por consiguiente
reduce la disponibilidad de aminoácidos para el feto, lo cual es una limitación
para el crecimiento fetal. Entonces, contrario a lo que ocurre en músculo
esquelético e hígado, los niveles elevados de adiponectina materna causan resistencia a la insulina en la
placenta. La placenta responde a los
cambios en el aporte de oxígeno y nutrientes en la madre alterando la expresión y/o función de los transportadores de nutrientes. Por ejemplo, la desnutrición
materna o la restricción del flujo sanguíneo útero-placentario
resultan en una regulación negativa de
los transportadores de nutrientes en la placenta y por lo tanto en una
disminución de la disponibilidad de nutrientes para el feto.
Las señales fetales de demanda de nutrientes son
importantes reguladores del transporte
de nutrientes en la placenta. En condiciones de desnutrición materna o de
restricción del flujo útero-placentario que producen disminución del oxígeno
fetal, las señales fetales regulan positivamente le crecimiento placentario y
el transporte de nutrientes. Esto sugiere que
la regulación de la función
placentaria por las señales fetales
representa un mecanismo compensatorio más que adaptativo para mantener
el crecimiento fetal en un rango normal.
La naturaleza de las señales de demanda fetal es poco conocida. Sobre la
base de modelos animales se ha propuesto que el IGF-II es una señal
clave.
En el sincitiotrofoblasto se han identificado múltiples
rutas sensoras de nutrientes, las cuales pueden participar en la
integración de las señales maternas y
fetales y en la regulación de la disponibilidad de nutrientes para el
feto. Estos sensores de nutrientes placentarios incluyen a la proteína kinasa activada por AMP (AMPK), la ruta de transducción de señal en respuesta a los aminoácidos
(AAR), la glucógeno sintetasa 3 (GSK-3), la ruta de señalización hexosamina y
el complejo mTOR 1 (mTORC1). La AMPK es
un sensor de energía global, una reducción en los niveles de ATP, y por tanto
un incremento de los niveles de AMP, fosforila
y activa la AMPK, la cual promueve rutas catabólicas como el incremento en la captación de glucosa
y la oxidación de ácidos grasos que generan ATP. La activación de la AMPK
también inhibe rutas anabólicas que consumen ATP, como la síntesis de
proteínas, para mantener el balance energético y la homeostasis. La AAR es
activada por limitación o desbalance de
aminoácidos esenciales. La GSK-3, una proteína kinasa serina/treonina que es
inhibida por la señal insulina/IGF-I/Akt,
funciona como sensor de glucosa. En la placenta humana, la GSK-3 es
activada en los embarazos complicados
con restricción de crecimiento fetal, pero los mecanismos subyacentes son desconocidos. La ruta hexosamina consiste en
una serie de reacciones que culmina con la O-GlcNacilación de las moléculas
blanco. Esta ruta es un regulador celular de las cascadas de señalización que
influyen en el crecimiento, el metabolismo y el estrés celular. En la placenta
humana, la ruta de señalización hexosamina
es activa en el primer trimestre
del embarazo e influye en la producción de hormonas y la señal IGF-I. El
mTORC1 es un regulador de la maquinaria translacional de la célula y controla el crecimiento, la
proliferación y el metabolismo celular. El mTORC1 es regulado por las
concentraciones de glucosa, aminoácidos,
factores de crecimiento y hormonas.
Adicionalmente, el mTORC1 regula el transporte de aminoácidos en el
sincitiotrofoblasto estimulando los sistemas A y L de transportadores de
aminoácidos. La actividad del mTORC1 es
alterada en los embarazos asociados con
crecimiento fetal anormal.
En conclusión, la placenta responde activamente a las señales nutricionales y metabólicas de
la madre y el feto. Los cambios en el
metabolismo materno y en la disponibilidad de nutrientes son trasmitidos al
feto por la placenta. La placenta responde a estas perturbaciones cambiando su
estructura y función, lo cual influye en
el aporte de nutrientes y oxígeno y en
la secreción de hormonas y factores circulantes
en la madre y el feto.
Fuente:
Díaz P et al (2014). The role of
placental nutrient sensing in maternal-fetal resource allocation. Biology of
Reproduction 91(4):82, 1-10.
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