El músculo esquelético: un
órgano endocrino
Es bien conocido que el músculo esquelético es el blanco de numerosas hormonas, pero estudios
recientes han demostrado que los músculos esqueléticos también producen una
variedad de moléculas (citoquinas y otros péptidos), denominadas “mioquinas”,
las cuales actúan de manera autocrina, paracrina o endocrina. Las más
importantes e etas sustancias son: las interleuquinas (IL) 6, 8 y 15; el factor
neurotrófico derivado del cerebro (BDNF) y el factor inhibidor de leucemia (LIF).
El hallazgo que los músculos producen y liberan mioquinas proporciona una
explicación biológica a la observación de que el ejercicio influye en el
metabolismo y los eventos anti-inflamatorios. Los músculos esqueléticos al
contraerse liberan algunas mioquinas, las cuales trabajan como hormonas ejerciendo efectos endocrinos
sobre la grasa visceral. Otras mioquinas actúan localmente, a través de mecanismos paracrinos, en rutas
de señalización intracelular
involucradas en la oxidación de los
lípidos.
La IL-6 fue la primera citoquina propuesta como mioquina. En el año 2000 se
reportó que los niveles plasmáticos de IL-6 aumentan con el ejercicio y las
investigaciones posteriores establecieron que la IL-6 de origen muscular tiene
un importante papel en el metabolismo.
La producción de IL-6 durante el ejercicio es particularmente alta cuando los
niveles de glucógeno muscular son bajos,
una respuesta del músculo a una demanda
metabólica específica. La IL-6 es
producida por las fibras musculares tipo I y II en respuesta a la contracción
muscular y ejerce sus efectos localmente y remotamente. En el músculo
esquelético, la IL-6 activa la ruta de señalización AMPK y/ o PI3 quinasa para
incrementar la captación de glucosa y la oxidación de lípidos, pero también es
liberada a la circulación para actuar en
el hígado, donde incrementa la producción de glucosa durante el ejercicio y, en
el tejido adiposo, donde aumenta la lipólisis. En resumen, las acciones
locales y distantes de la IL-6 derivada
del músculo incrementan la disponibilidad de sustratos energéticos para la
función muscular.
La evidencia reciente señala que la IL-6
inhibe la glucógeno sintetasa y acelera la actividad de la glucógeno
fosforilasa. Adicionalmente, la IL-6 puede incrementar la captación de glucosa
estimulada por insulina mediante el aumento
de la translocación de GLUT 4 desde el compartimento intracelular a la
membrana plasmática de la fibra muscular, lo que sugiere un importante papel de
esta mioquina y del músculo esquelético en el mantenimiento de la
homeostasis de la glucosa. Estos datos
han sido confirmados en estudios que
demostraron retardo en el inicio de la diabetes mellitus y mayor supervivencia en ratones diabéticos no obesos con sobre expresión de IL-6 en comparación con ratones con expresión normal de IL-6. Por otra parte,
ratones deficientes en IL-6 tienen mayores niveles de glucemia y tolerancia a
la glucosa alterada. Estos hallazgos sugieren que la IL-6 podría ser producida
por el músculo esquelético para mantener la homeostasis de la glucosa durante los períodos de demanda
metabólica alterada.
La IL-6 siempre ha sido considerada una citoquina pro-inflamatoria, esto
es, producida por los macrófagos en respuesta a un estímulo infeccioso. Sin
embargo, la producción de IL-6 inducida por la contracción en los músculos
esqueléticos ocurre en ausencia de otros mediadores inflamatorios, lo que indica que la cascada de citoquinas
inducida por la actividad física no se asemeja a la inflamación. Por el
contrario, el ejercicio incrementa los niveles circulantes de citoquinas anti-inflamatorias.
Durante el ejercicio, la IL-6 por sí misma puede tener efectos
anti-inflamatorios, suprime la síntesis de IL-1 y TNF-α. En conclusión, la
actividad física, a través de la estimulación de la producción de IL-6,
contrarresta la inflamación sistémica y modula el metabolismo de carbohidratos
y lípidos.
La IL-15 fue identificada como un factor anabólico porque puede estimular
el crecimiento muscular. Adicionalmente, se ha demostrado que existe una
correlación inversa entre los niveles plasmáticos de IL-15 y la masa grasa del
tronco. La sobre expresión de IL- 15 de origen muscular determina una
reducción de la grasa visceral. Por otra parte, el BDNF
es una proteína que juega un rol crucial
en la regulación de la supervivencia, crecimiento y mantenimiento de las
neuronas. Los individuos con enfermedad de Alzheimer tienen bajos niveles plasmáticos de BDNF y, en estudios postmorten, se ha encontrado disminución de la expresión
de BDNF en el hipocampo de estos pacientes. La disminución de los
niveles sanguíneos de BDNF se encontrado también en sujetos con depresión, síndrome coronario
agudo y diabetes mellitus tipo 2. Aunque el BDNF aumenta en el músculo durante
el ejercicio físico, esta mioquina no es liberada en la circulación, su efecto
biológico es aumentar la oxidación de grasas en los músculos esqueléticos, de
una manera dependiente de AMPK, con
la consiguiente reducción de tejido
adiposo. En resumen, la evidencia
disponible indica que la actividad muscular al estimular la producción de IL-15
y BDNF puede mejorar el metabolismo de lípidos y reducir la grasa visceral,
disminuyendo, al menos en parte, el
riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus, demencia y algunos
tipos de cánceres.
La IL-8 es conocida como una quimioquina producida por los neutrófilos
que también actúa como factor
angiogénico. Los niveles plasmáticos de IL-8 aumentan en respuesta al ejercicio exhaustivo que
involucra contracciones musculares excéntricas, pero no durante la actividad
física regular, lo que sugiere que se trata de una mioquina con actividad paracrina.
Sin embargo, su rol en el músculo aún no
está claro. Por otro lado, el LIF es una citoquina con efectos positivos sobre
la miogénesis, incrementando la supervivencia de los mioblastos.
Fuente: Pratesi A et al (2013). Skeletal
muscle: an endocrine organ. Clinical Cases in Mineral and Bone Metabolism 16:
11-14.
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