Testosterona y masa
muscular
La administración de testosterona induce la
activación de células miogénicas,
provocando un incremento en el número
mionuclear e hipertrofia
muscular, sin cambios en la proporción de tipos de fibras. Múltiples
estudios en humanos y animales han
encontrado que el incremento en masa
muscular inducido por la testosterona es al menos parcialmente debido a hipertrofia de fibras musculares,
demostrada por un incremento dosis-dependiente
en el número mionuclear y el área de corte transversal de fibras tipo I y tipo II. Las proporciones
relativas de fibras tipo I, tipo II y
mixtas, así como el número total de
fibras musculares permanecen sin cambios. La administración de testosterona también
incrementa el número de células satélites
en modelos animales y hombres jóvenes y viejos. Las células satélites
son el precursor quiescente de los
mioblastos, las células miogénicas que al proliferar producen crecimiento muscular y regeneración. La actividad de las células satélites puede ser medida por dos marcadores: antígeno
nuclear de célula proliferante, un marcador
inmunohistoquímico de entrada en el
ciclo celular, y miogenina, un factor
miogénico de regulación de la diferenciación terminal de mioblastos en miotubos y miofibras. El hallazgo de células satélites positivas
con ambos marcadores más el incremento
en la expresión de “notch”, una molécula de señalización clave en la
proliferación de células satélites, dan peso
a la hipótesis que la testosterona ejerce sus efectos anabólicos promoviendo la
replicación y activación de células
satélites, lo cual resulta en un incremento en el número y la actividad de estas células. Los cambios
ultraestructurales en las células satélites
incluyen incrementos en el área
celular y el área mitocondrial, disminución de la relación
núcleo-citoplasma y cambios estructurales como una mayor cantidad de retículo endoplásmico y más
vesículas pinocíticas. Es posible que la testosterona (y por tanto, la
deprivación de andrógenos) también pueda
afectar otros tipos de
células en el músculo esquelético, como
fibroblastos, vasos sanguíneos y neuronas motoras. Los fibroblastos han sido implicados en la regulación de la activación de las
células satélites y la regeneración muscular.
El término sarcopenia generalmente describe la pérdida de masa muscular, fuerza
muscular y la alteración funcional que ocurre con el envejecimiento. Sin
embargo, la relación entre masa muscular y fuerza muscular no es muy clara, algunos estudios demuestran
que la disminución de masa muscular
explica menos del 10% de la reducción en
la fuerza muscular en adultos mayores. Por
otra parte, los músculos son regulados por neuronas motoras y es difícil separar la patología muscular primaria de la
patología del sistema nervioso central o periférico, principales contribuyentes
de la pérdida de fuerza muscular. Por lo
tanto, la pérdida de masa muscular y de
fuerza muscular deben ser definidas separadamente, con la sarcopenia referida a la específicamente
a la pérdida de masa muscular, y el término “dinapenia” referido a la pérdida
de fuerza muscular. Esto tiene implicaciones funcionales, la dinapenia está
asociada con la alteración de la función
física más fuertemente que la sarcopenia. Adicionalmente, la obesidad a menudo
está asociada con ambas condiciones y esta asociación puede ser descrita como
obesidad sarcopénica (obesidad y pérdida de masa muscular) u obesidad dinapénica (obesidad y
pérdida de fuerza muscular), la cual tiene mayor impacto negativo sobre el
estatus funcional.
La masa muscular
es el resultado de un balance dinámico
entre rutas de señalización que
regulan la síntesis y la degradación de
proteínas. Por lo tanto, es lógico pensar que la pérdida de masa muscular pueda
resultar de la disminución de la síntesis de proteínas, del incremento de la
degradación de proteínas o de una combinación de ambos. Estas rutas de señalización son complejas y
pobremente entendidas, pero al parecer
la testosterona es un modulador clave de
la comunicación entre ellas. En general,
se acepta que los andrógenos, el eje hormona del crecimiento/factor de
crecimiento similar a insulina 1 (GH/IGF1) y la folistatina (una proteína
extracelular) activan rutas anabólicas. Por el contrario, la miostatina (un
potente regulador negativo del desarrollo de la masa muscular y miembro de la familia del factor de crecimiento
transformante β) y las ligasas de ubiquitina regulan rutas que resultan en la degradación de músculo
esquelético.
El rol de la testosterona
en el músculo esquelético es variado y complejo, con muchos aspectos
pobremente entendidos. Gran parte del conocimiento actual deriva de la identificación de genes regulados por
testosterona y su expresión diferencial. La evidencia acumulada sugiere que la
testosterona ejerce su efecto anabólico en el músculo esquelético a través de:
(1) la activación de células satélites, (2) la estimulación de la ruta Akt-mTOR
mediada por el IGF1, (3) la inhibición de la actividad de la miostatina
(parcialmente vía folistatina).
En primer lugar, la testosterona puede incrementar la
masa de células musculares a través de la activación de células satélites vía receptor de
andrógenos (AR). Los efectos exactos de
la testosterona sobre la proliferación y la diferenciación de células satélites (y su forma activa, los
mioblastos) no son completamente claros. Sin embargo, los datos de diversos
estudios sugieren que los andrógenos incrementan el número de células satélites
y están asociados con incrementos en la activación de células satélites. Esto
es complicado porque muchos factores como óxido nítrico, folistatina,
interleuquina 6 (IL-6) y la señal “notch” pueden contribuir a la activación de células satélites. Por otra parte, el incremento en el número de
células satélites puede ser debido a una
combinación de múltiples causas, como
replicación aumentada, inhibición de la apoptosis e incremento de la
diferenciación de “stem cells”
multipotentes en el linaje miogénico. El concepto de testosterona como
modulador de la determinación del linaje miogénico ha sido demostrado
experimentalmente. Estos experimentos han demostrado que la activación de “stem cells”
mesenquimales multipotentes por los andrógenos
promueve la diferenciación miogénica pero inhibe la adipogenesis, lo cual afecta tanto al linaje adiposo como
al linaje muscular. En los estados de
deficiencia de andrógenos, puede ocurrir lo contrario, causando obesidad
sarcopénica. La evidencia de modelos animales sugiere que la activación de AR reprime la
translación de los genes responsables de
la transición de proliferación a
diferenciación de mioblastos, manteniendo a los mioblastos en su estado
proliferativo por más tiempo.
En segundo lugar, la estimulación del eje GH/IGF1
inducida por los andrógenos provoca la activación de la ruta anabólica
Akt-mTOR. Los estudios que abordan el
efecto de la administración de testosterona sobre los niveles de IGF1 y el impacto de éste sobre la masa muscular no son completamente
concordantes, pero hay consenso que el IGF1 es un importante mediador de los efectos anabólicos de la testosterona,
principalmente a través de la promoción de la proliferación y diferenciación de mioblastos, así como influyendo en la
activación y/o el número de células satélites.
El eje GH/IGF1 puede también
modular la expresión de miostatina, pero los datos son
limitados. Un potencial mecanismo
para la pérdida de masa muscular en la terapia de privación de andrógenos es que la disminución de los niveles de IGF1
puede reducir la actividad anabólica estimulada por Akt/mTOR. En modelos animales, la deficiencia de
andrógenos inducida por castración ha sido asociada con supresión de la
actividad Akt/mTOR y niveles aumentados de FoxO (catabolic forkhead box), lo
cual podría provocar disminución del crecimiento muscular. Otra interacción
identificada es la remoción por la
testosterona de la regulación hacia
abajo de la proteína quinasa activada
por 5´AMP (AMPK), cuya activación provoca atrofia muscular. Por lo tanto, la
alteración del balance entre AMPK y mTor
potencialmente resulta en pérdida muscular neta.
En tercer lugar, la testosterona puede ejercer su efecto
anabólico a través de la represión de la expresión y/o actividad de la
miostatina, lo cual inhibe la degradación muscular pues la miostatina actúa
como represor del inicio de la translación.
Hay abundante evidencia de la
importancia de la miostatina como regulador negativo del crecimiento muscular.
Los andrógenos reducen la expresión de miostatina, pero si esto ocurre por inhibición directa o
indirectamente a través de otro mediador es incierto y no todos los estudios
son concluyentes. Varios estudios han demostrado que la miostatina
disminuye la activación de la ruta
anabólica Akt/mTOR vía factores de
transcripción FoxO para inducir atrofia de músculo esquelético y es conocido la
deprivación de andrógenos induce la expresión
de esos factores. La folistatina, una glucoproteína autocrina, ha sido
implicada en la mediación de los efectos promiogénicos de la testosterona por
inhibición de la señal miostatina. El
ejercicio y la contracción muscular pueden estimular la liberación de mioquinas,
como la folistatina y la señal Akt.
La testosterona puede también actuar a través del
incremento -o activación- de las rutas de señalización notch. Este un hallazgo
reciente, y el compromiso exacto de la testosterona aún no está claro. La señal
notch es esencial para la proliferación
de células satélites y la progresión miogénica, y puede ser parte del mecanismo
de activación de las células satélites por la testosterona. Está
demostrado que la expresión de notch incrementa después de la administración de
testosterona, pero no está claro si se
trata de un efecto directo o si es el resultado de
regulación parcial por otros elementos
de la cascada metabólica del
músculo esquelético. Por otra
parte, varios estudios sugieren que factores
no genómicos como la modulación de la
actividad quinasa y el incremento de la captación de calcio contribuyen al
crecimiento muscular pero los mecanismos exactos aún no han sido determinados. Como la
testosterona es aromatizada a estradiol en los tejidos, es difícil
determinar la extensión en la cual las acciones anabólicas de la testosterona son
debidas a la actividad del AR o del receptor de estrógenos.
En conclusión, dado que el músculo esquelético es uno de
los órganos que más responde a los andrógenos,
no es sorprendente que las
acciones de la testosterona sean complejas e involucren múltiples rutas
celulares.
Fuente: Rooy C
et al (2016). Targeting muscle signaling pathways to minimize
adverse effects of androgen deprivation. Endocrine-Related Cancer 23: R15-R26.
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