Las hormonas tiroideas y el crecimiento
fetal
La glándula tiroides se origina tempranamente en el embrión, a partir del
piso faríngeo, y presenta tres estadios
de crecimiento y diferenciación: pre-coloide (de la 7ª semana de
gestación a la 13ª semana), coloide (13ª -14ª semana) y folicular (después de
la 14ª semana). El desarrollo folicular de la glándula tiroides coincide con el
desarrollo funcional del eje hipotálamo-hipófisis-tiroides y la secreción de
hormonas tiroidea en la circulación fetal. Las neuronas hipotalámicas producen
hormona liberadora de tirotropina (TRH),
la cual estimula a los tirotropos de la hipófisis anterior a secretar TSH. A su
vez, la TSH actúa sobre la glándula tiroides para promover el crecimiento
folicular y estimular la síntesis y secreción
de las hormonas tiroideas. En el feto humano, las concentraciones
plasmáticas de TSH y de T4
libre y total aumentan a partir de la
mitad de la gestación con un aumento exponencial en la concentración de la T3 libre hacia el final del embarazo. En la vida
fetal, al menos en la gestación tardía, y como ocurre en la vida postnatal, las
hormonas tiroideas controlan su propia producción mediante efectos de retroalimentación negativa
sobre el hipotálamo y la hipófisis, aun cuando el eje hipotálamo-hipófisis-tiroides
continúa madurando en sensibilidad postnatalmente. La producción normal de hormonas tiroideas
por la glándula tiroides fetal depende de la captación por las células foliculares del yoduro
transportado activamente a partir de la circulación materna a través de la placenta.
Las concentraciones circulantes de
las hormonas tiroideas son controladas,
no sólo por la secreción de la glándula tiroides, sino también por su
metabolismo en los tejidos periféricos. En el feto, las hormonas tiroideas
pueden ser desyodadas y sulfatadas para
obtener metabolitos más o menos activos. El metabolismo de la T4 en
T3, genómicamente más potente,
o en T3 reversa (rT3), relativamente bioinactiva,
depende de la actividad de enzimas
desyodasas en tejidos específicos. Tres enzimas desyodasas se encuentran en los
tejidos fetales. La desyodasa D1 cataliza la desyodación en el anillo externo
de T4 para formar T3 y de rT3 para formar T2.
Esta enzima está presente en hígado, riñón, tiroides e hipófisis. La desyodasa D2, se encuentra primariamente en cerebro,
hipófisis, placenta y tejido adiposo marrón, y genera las concentraciones
locales de T3, a partir de T4, que son esenciales para el
desarrollo y función de los tejidos. La
desyodasa D3 cataliza la desyodación del
anillo interno que convierte a la T4
en rT3 y la T3 en T2. Esta enzima está
presente en hígado, riñón y piel. Es altamente expresada en útero, placenta
y membranas amnióticas, donde tiene un
importante rol en el aclaramiento de las hormonas tiroideas circulantes y en la
regulación de la transferencia placentaria de hormonas tiroideas materna al
feto. Por lo tanto, la D3 actúa como una
barrera enzimática que limita la exposición del feto a las hormonas tiroideas
maternas. En la placenta humana, la
actividad de D2 es alta en el primer
trimestre en comparación con el final del embarazo, pero significativamente menor que la actividad de D3 en todas las edades
gestacionales. Estos datos sugieren que la producción local de T3 puede ser importante para el
desarrollo temprano de la placenta, pero no contribuye significativamente a las concentraciones circulantes de T3
en el feto.
Otra ruta importante en el metabolismo in útero de las hormonas tiroideas
es la sulfatación. Alrededor de 80% de
la T4 producida por la glándula tiroides es metabolizada a formas sulfatadas biológicamente inactivas
como T4S, T3S y rT3S. Las hormonas tiroideas
son sulfatadas por la enzima sulfotransferasa principalmente en el hígado y, en menor proporción, en
riñón, cerebro e intestino. Un aspecto importante de esta ruta metabólica es
que la sulfatación de las hormonas tiroideas puede ser revertida por enzimas sulfatasas en tejidos como hígado, pulmón, cerebro y placenta. Esto
significa que la T3S, por ejemplo, puede ser convertida de nuevo en T3,
lo cual es una fuente importante de T3,
especialmente durante el hipotiroidismo. En el hipotiroidismo, la conversión de
T3S en T3 en tejidos como el cerebro mantiene un aporte
local de T3 esencial para el normal crecimiento y
desarrollo del tejido. A su vez, el cerebro fetal emplea varios mecanismos para
mantener normales las concentraciones
locales en situaciones de deficiencia de hormonas tiroideas. Por ejemplo, la
actividad hepática de la D1 disminuye para reducir la desyodación de T4;
pero, al mismo tiempo, aumenta la actividad cerebral de la D2 para aumentar la conversión local de T4
en T3. Entonces, el feto hipotiroideo conserva la producción local
de T3 en el cerebro, para mantener las acciones de las hormonas
tiroideas en el desarrollo cerebral.
Durante la mayor parte de la gestación la T4 es metabolizada en rT3 y una
variedad de compuestos sulfatados biológicamente inactivos. La alta relación de actividad D3/D1 en el hígado fetal y la
desyodasa D3 placentaria mantienen una
alta tasa de aclaramiento de T3 y, por lo tanto, las concentraciones
de T3 son relativamente bajas
en la circulación fetal. Hacia el final del embarazo, sin embargo,
ocurren cambios en la actividad desyodasa de los tejidos y por consiguiente en
las concentraciones plasmáticas de T3 del feto. Dos semanas antes
del parto, la actividad D1 aumenta en el hígado y el riñón al tiempo que
disminuye la actividad D3 en la placenta. Esto provoca la desyodación preferencial de T4 en T3, en vez de
rT3, y la reducción del aclaramiento
de T3 con lo que aumenta la concentración plasmática de T3 en el feto. Estos
cambios maduracionales en la actividad desyodasa de los tejidos aparentemente
son inducidos por el incremento preparto de cortisol. Los glucocorticoides
endógenos y sintéticos también incrementan la concentración plasmática de T3
a través de cambios en la relación D1:D3 en el hígado. Por lo tanto, las concentraciones circulantes
y locales de las hormonas tiroideas en el feto son reguladas de manera específica
para cada tejido por el balance entre
desyodasas y otras enzimas metabólicas. La disponibilidad de hormonas
tiroideas también está determinada por la
expresión de transportadores y
receptores (TR) en los tejidos blancos. Hay varios tipos de transportadores de hormonas tiroideas que se localizan en la
membrana plasmática incluyendo transportadores de aniones orgánicos (OATP),
transportadores de L-aminoácidos (LAT1 y LAT2) y transportadores de
monocarboxilato (MCT8 y MCT10). Estos transportadores han sido identificados en
hígado, riñón, cerebro, pulmón y placenta. Una vez transportada a través de la
membrana, la disponibilidad de hormonas
tiroideas depende de la expresión de TRs
intracelulares y las rutas de señalización. Las isoformas TRα (THRA) y TRβ
(THRB) son expresadas en el feto de manera tejido-específica generalmente antes
de que las hormonas tiroideas aparezcan en la circulación fetal.
La placenta transporta activamente
yoduro de la circulación materna a la circulación fetal para que sea
utilizado en la síntesis de hormonas tiroideas. La expresión del gen del
cotransportador Na+/I- es evidente a partir de la 6ª
semana de gestación en la placenta humana. La transferencia de hormonas tiroideas de la madre al feto a través de la placenta
está determinada por la expresión placentaria de transportadores, proteínas de
unión y la actividad de la desyodasa D3.
La placenta hemocorial de humanos y roedores es relativamente
permeable a T4 y T3.
En las microvellosidades del
sincitiotrofoblasto la captación de T4 y T3 ocurre en la superficie apical por diferentes tipos de transportadores. La proteína ligadora de
hormona tiroidea, transtiretina (TTR) es expresada por la placenta humana en la
6ª semana de gestación y es regulada
positivamente por los bajos niveles de
oxígeno. Por lo tanto, la TTR placentaria puede facilitar el movimiento de hormonas tiroideas de la
madre al feto, especialmente en el ambiente pobre en oxígeno del primer
trimestre del embarazo. Las hormonas tiroideas maternas pueden tener un rol
importante en el desarrollo fetal, especialmente en los dos primeros trimestre
de embarazo. Antes de que la glándula
tiroides sea funcional, las concentraciones
de T4 en los tejidos, el líquido amniótico y la circulación
fetal derivan de la madre por transferencia placentaria. Una vez que el feto es
capaz de producir sus propias hormonas tiroideas, la T4 materna sólo
contribuye modestamente a la
concentración total de T4 en el feto. La transferencia placentaria de hormonas tiroideas es particularmente importante en condiciones
de hipotiroidismo fetal, cuando el gradiente de hormonas tiroideas entre la
madre y el feto puede ayudar a la transferencia placentaria. En fetos humanos
con deficiencia tiroidea total, las concentraciones de T4 en el
cordón umbilical son 20-50 % de los valores normales y disminuyen rápidamente
después del nacimiento.
Los hallazgos clínicos y experimentales indican que la disponibilidad de
hormonas tiroideas in útero regula el crecimiento fetal. En estudios
experimentales, las concentraciones plasmáticas de T4 se
correlacionan positivamente con el peso
corporal de fetos o animales recién nacidos. De manera similar, en recién
nacidos humanos las concentraciones en sangre de cordón umbilical se
correlacionan positivamente con el peso corporal y el tamaño al nacer. Los efectos reguladores
de las hormonas tiroideas sobre el crecimiento fetal han sido estudiados
en animales a través de la manipulación
de las concentraciones in útero
de las hormonas tiroideas. Estos estudios demuestran que las hormonas tiroideas fetales son
requeridas para el incremento de la masa
fetal y la diferenciación de tipos
de células específicos en los estadios críticos del desarrollo antes del
nacimiento. En los humanos, la mayor
permeabilidad de la placenta a las
hormonas tiroideas maternas hace que los efectos de la deficiencia fetal de
hormonas tiroideas sobre el crecimiento intrauterino sean menos pronunciados,
lo cual sugiere que las hormonas tiroideas maternas compensan, en parte, la
deficiencia fetal. Los niños con hipotiroidismo congénito a menudo nacen con peso corporal normal,
aunque pueden tener anormalidades neurológicas y esqueléticas consistentes con los efectos sobre el
desarrollo tejido-específicos de las hormonas tiroideas observados en animales. Cuando el hipotiroidismo materno y el fetal
se combinan durante el embarazo, hay
severas consecuencias para el desarrollo
de los sistemas neuromuscular, auditivo, cardiovascular, esquelético y
respiratorio del niño. Los estudios en animales indican que en los fetos
tiroidectomizados, la restricción del
crecimiento es asimétrica con mayores efectos sobre sobre el peso de tejidos
blandos que sobre la longitud de los
huesos. El esqueleto apendicular es también más afectado que el esqueleto axial. Las anormalidades en
la estructura y propiedades mecánicas de los huesos después de la tiroidectomía
están asociadas con una reducción de los niveles circulantes de osteocalcina,
un marcador de la actividad de los osteoblatos, sin cambios en las
concentraciones plasmáticas de calcio. Estos hallazgos sugieren que el
hipotiroidismo retarda el desarrollo óseo reduciendo la formación de hueso más
que la tasa de degradación o la
homeostasis del calcio. Por lo tanto, las hormonas tiroideas promueven el
crecimiento corporal general y la diferenciación terminal de tejidos individuales del feto en
preparación para la vida extra-uterina.
Las hormonas tiroideas actúan sobre el crecimiento fetal a través de
mecanismos directos e indirectos. En primer lugar, las hormonas tiroideas estimulan el crecimiento fetal a través de acciones oxidativas sobre el
metabolismo fetal. Las hormonas tiroideas tienen acciones directas sobre el metabolismo fetal,
particularmente sobre el consumo de oxígeno y de glucosa. A nivel celular, las
hormonas tiroideas pueden influir en el metabolismo oxidativo cambiando la
expresión y actividad de la ATPasa Na+-K+ o actuando sobre la cadena transportadora de
electrones mitocondrial y la fosforilación oxidativa. En segundo lugar, un mecanismo indirecto por el cual las
hormonas tiroideas pueden influir en el desarrollo fetal es a través de
interacciones con otros sistemas endocrinos involucrados en la regulación del crecimiento
intrauterino. En particular, su rol en la regulación del eje somatotrópico y la
expresión local en los tejidos de IGFs
tiene importantes implicaciones para el crecimiento y desarrollo in útero.
Los IGFs son ampliamente expresados en
los tejidos fetales y tienen un importante rol
en el crecimiento fetal y placentario. Su expresión in útero varía
con la edad gestacional y el estado nutricional de manera tejido-específica.
Hacia el final del embarazo, hay cambios maduracionales en una variedad de
tejidos fetales en preparación para la vida extra-uterina, los cuales
dependen del incremento preparto en las
concentraciones fetales de cortisol. Estos cambios aseguran la activación de
procesos fisiológicos esenciales para la supervivencia inmediata en el
nacimiento como el intercambio gaseoso en los pulmones, las adaptaciones en la
función cardiaca, la glucogénesis hepática y la termogénesis. Los cambios maduracionles inducidos por el
cortisol también incluyen cambios ontogénicos
en las actividades tisulares de las desyodasas D3 y D1 y el incremento
concomitante en las concentraciones
circulantes de T3 en el feto
hacia el final del embarazo. A su vez, el incremento preparto de T3
en el feto puede mediar, al menos en parte, los efectos maduracionales del cortisol endógeno y los glucocorticoides
exógenos. Cortisol y T3 son
requeridos para la absorción de líquido
inducida por la adrenalina en los pulmones y actúan sinérgicamente a través de
mecanismos que dependen de síntesis de proteínas. Las hormonas tiroideas
incrementan la expresión de receptores
β-adrenérgicos y canales de Na+ en el feto. La maduración de la
síntesis y la liberación de surfactante por los neumocitos tipo II también
depende, en parte, del incremento pre-parto de T3 y cortisol. Las hormonas tiroideas también inducen cambios en el corazón fetal
que tienen grandes implicaciones para la
función cardiaca in útero y durante la transición a la vida extra-uterina. Son esenciales para la maduración normal de
los cardiomiocitos y el sistema cardiovascular. Ellas promueven la hipertrofia y diferenciación de los
miocitos cardiacos. Adicionalmente, tienen un importante rol en la maduración contráctil y en la regulación preparto
de los receptores β-adrenérgicos.
Las hormonas tiroideas tienen un importante rol en la activación de la
gluconeogénesis en el nacimiento. En el nacimiento, hay activación de la glucogénesis hepática para mantener un
aporte adecuado de glucosa a los
tejidos neonatales durante el período entre la separación de la
placenta y el inicio de la lactancia. El
incremento preparto en el glucógeno
hepático, la glucogénesis inducida en el nacimiento por el ayuno y las
actividades de las enzimas de la gluconeogénesis dependen del incremento en la secreción de
cortisol por las adrenales fetales. Estos efectos del cortisol son mediados por el incremento concomitante en las concentraciones de T3. Por
otra parte, las hormonas tiroideas aumentan
la capacidad termogénica del
tejido adiposo marrón. En el
nacimiento, el recién nacido debe mantener su temperatura corporal por primera
vez. Esto requiere mayor producción de calor que in útero. La activación de la
termogénesis requiere de las hormonas tiroideas. Las acciones termogénicas de
las hormonas tiroideas son debidas en parte
a la regulación positiva de las proteínas desacopladoras y otras
proteínas mitocondriales en el tejido adiposo marrón. Adicionalmente, las hormonas tiroideas pueden
incrementar la efectividad con la
cual el sistema nervioso simpático puede
estimular la termogénesis en el recién nacido.
En conclusión, las hormonas tiroideas tienen un rol esencial en el
desarrollo fetal. Ellas estimulan el crecimiento intrauterino durante la
segunda mitad del embarazo a través de acciones anabólicas sobre el metabolismo
fetal y efectos sobre factores y sistemas endocrinos reguladores del
crecimiento fetal. Ellas también tienen
acciones discretas en eventos específicos del desarrollo como la diferenciación de los miocitos
cardiacos. Adicionalmente, el incremento
preparto de la disponibilidad de T3 tiene un importante rol mediando varios de los efectos maduracionales
de los glucocorticoides.
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