Regulación endocrina del
metabolismo fetal
El mantenimiento de un aporte balanceado y continuo de nutrientes de la
madre al feto durante el embarazo es crítico para el óptimo crecimiento
fetal. El feto existe en una compleja y
dinámica simbiosis con su madre. Sin embargo, el feto es capaz de llevar a cabo,
al menos en parte, su propio metabolismo,
la placenta y el hígado fetal trabajan como un sistema coordinado para aportar los nutrientes para el
crecimiento fetal. El efecto del embarazo sobre el organismo materno tiene dos
etapas bien diferenciadas: 1. En la primera mitad del embarazo, la ingesta
calórica sostiene el crecimiento fetal y facilita el depósito de grasa en la
madre con una secreción normal de insulina. 2. En la segunda mitad del
embarazo, el crecimiento exponencial del feto y
la continua transferencia de glucosa y nutrientes de la madre hacia el
feto disminuyen los niveles maternos de glucosa y aminoácidos, los depósitos de
grasas de la madre son movilizados y los niveles de insulina son tres veces
mayores que antes del embarazo. El lactógeno placentario, la progesterona y los
estrógenos son, en gran parte,
responsables de la resistencia a la insulina. Estos cambios son apreciables a partir de la
semana 20-24 de gestación, cuando la masa fetal aumenta rápidamente.
El feto, metabólicamente ha sido descrito como un “parasito dependiente de
glucosa”, pues los carbohidratos representan cerca de 80% de su consumo
energético, el restante 20% es proporcionado principalmente por el lactato y los
aminoácidos. Casi toda la glucosa fetal es de origen materno y generalmente
es 10-20 mg/dl menos que los niveles
maternos (70-80% de los niveles maternos). Este gradiente favorece la
transferencia de glucosa hacia el feto. Las fluctuaciones en la glucemia
materna se reflejan rápidamente en
cambios paralelos en la glucemia fetal. La placenta mantiene un aporte continuo
de glucosa por difusión facilitada y la tasa fetal de utilización de glucosa
(5-7mg/kg/min) es mayor que en el adulto
(2-3 mg/kg/min). Los tres puntos
clave en la regulación del metabolismo
fetal de la glucosa son: 1. El mantenimiento
de la glucemia materna a través del incremento de la producción de glucosa y el desarrollo de una relativa intolerancia
a la glucosa y resistencia a la insulina. 2. La transferencia placentaria de la
glucosa materna hacia el feto. 3. La producción fetal de insulina y el aumento
de la utilización de glucosa en los tejidos fetales. En la medida que aumenta
la edad y el tamaño del feto, la placenta aporta más glucosa a través de: 1. El
incremento en el gradiente materno-fetal de glucosa cuando los niveles fetales
de glucosa disminuyen debido al incremento en la captación de glucosa
dependiente de insulina por el tejido adiposo y el músculo esquelético. 2. Incremento
en la capacidad de transporte placentario de glucosa por un incremento de los
transportadores fetales de glucosa.
La difusión facilitada de glucosa es mediada por una familia de proteínas
estructuralmente similares conocidas como transportadores de glucosa (GLUT)
codificadas por una familia de genes SCL2A. El GLUT 1 es la isoforma dominante
en la mayoría de tejidos fetales. El lado materno de la placenta tiene 5 veces
más GLUT 1 que el lado fetal. La insulina, el IGF-1 y otras hormonas regulan la
actividad y expresión del GLUT 1. En la
placenta, el GLUT 1 no se satura con concentraciones de glucosa materna por debajo
de 198-235 mg/dl, niveles significativamente superiores a las
concentraciones usuales de glucemia. Esto puede interpretarse como un mecanismo
de protección contra los efectos adversos de la hiperglucemia. Con el avance de
la edad gestacional, la transferencia placentaria de glucosa aumenta porque
aumenta la expresión de GLUT 1 y GLUT 3. El GLUT 3 es más eficiente, tiene
mayor afinidad por la glucosa y es el responsable de la transferencia de
glucosa cuando la glucemia materna es muy baja. La expresión de GLUT 4 es
regulada por la hipoglucemia y la hipoinsulinemia.
El gasto energético del feto, medido por el consumo de O2, es de
55 Kcal/kg/día y la captación de glucosa cubre sólo 32 Kcal/kg/día. Aún con el
aporte reducido de glucosa, el consumo de O2 fetal se mantiene
normal porque el feto es capaz de usar otros sustratos como lactato,
aminoácidos, cuerpos cetónicos, ácidos grasos y glucógeno. Rutinariamente,
40-50% de la glucosa transportada es
usada por la placenta para su oxidación o para su conversión en glucógeno y
lactato. Cuando el embarazo avanza, la lipólisis materna proporciona
combustible para la madre y también precursores de la gluconeogénesis para el
feto. Normalmente, la gluconeogénesis y la cetogénesis no son apreciables en el feto si el aporte de sustratos es
adecuado.
En el tercer trimestre, una parte de la energía y de los sustratos
disponibles en el feto son destinados para depósitos de energía. El hígado
fetal tiene todas las enzimas requeridas para la síntesis y degradación de
glucógeno y representa el principal sitio de almacenamiento seguido por el
corazón. Sin embargo, sólo el hígado tiene suficiente glucosa 6-fosfatasa para
la liberación de glucosa a la circulación. La síntesis y degradación de glucógeno en el feto es controlada por el
balance funcional entre la glucógeno sintetasa
y la glucógeno fosforilasa. El contenido total de estas dos enzimas es
relativamente constante durante la gestación. La hiperglucemia fetal incrementa
el depósito de glucógeno a través de la activación de la glucógeno sintetasa
por la insulina. La hipoglucemia, el glucagón y el AMPc
pueden inducir la liberación de glucosa a través de la activación de la
fosforilasa. Normalmente, la gluconeogénesis hepática in útero es casi completamente ausente pero aparece en el período neonatal temprano. Sin
embargo, puede ser inducida in útero por el ayuno materno. El hígado fetal
tiene las cuatro enzimas clave involucradas en la gluconeogénesis, aunque en
niveles menores que el adulto, especialmente la fosfoenolpiruvato carboxilasa. En
el nacimiento, las hormonas tiroideas, el cortisol y las catecolaminas
estimulan la gluconeogénesis. La cetogénesis no es muy activa en el feto, los
cuerpos cetónicos maternos son transferidos rápidamente a través de la placenta
y el feto puede utilizarlos como combustibles y como sustratos lipogénicos
durante el ayuno materno, la restricción calórica o la diabetes materna.
El contenido de grasa del feto
representa 0,5% del peso corporal en la
gestación temprana, aumenta a 3,5% en la semana 28 y a 16-18% hacia el final del embarazo. Durante la gestación temprana, los lípidos
embrionarios y fetales derivan de los ácidos grasos libres maternos pero
posteriormente hay síntesis de novo en los tejidos fetales. La transferencia
placentaria de triglicéridos es nula. El feto dispone de los ácidos grasos
esenciales (ácidos ω-6 linoleico y ω3- α linolénico) derivados de la dieta
materna por la acción de los receptores de lipoproteínas y la actividad de la
lipasa en la placenta. La proteína ligadora de ácidos grasos de la placenta
toma preferencialmente ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga
(docosahexanoico > α linolénico > linoleico > oleico >
araquidónico). Los requerimientos estimados de ácidos grasos ω-6 y ω-3 durante
la vida intrauterina son de 50 mg/kg/día
en las primeras semanas y de 400 mg/kg/día en el tercer trimestre del embarazo.
El feto tiene una alta capacidad para producir ácido docosahexanoico y ácido
araquidónico a partir de los ácidos ω-3 α linolénico y ω-6 linoleico,
respectivamente. La lipogénesis es muy activa en el feto a través de la ruta de la sintetasa de ácidos
grasos. En la gestación tardía, el incremento en la nutrición materna aumenta
el desarrollo del tejido adiposo marrón y el contenido de la proteína
desacopladora-1 (UCP-1). La UCP-1 permite la rápida movilización de lípidos y
la producción de energía después del nacimiento. El glicerol materno es usado
preferencialmente para síntesis de glucosa, lo que permite que otros sustratos
gluconeogénicos, como los aminoácidos, sean utilizados para el crecimiento fetal.
Las proteínas incrementan el peso del feto y son usadas para el crecimiento
fetal durante la gestación. Los aminoácidos son transportados activamente a
través de la placenta, lo que aumenta la concentración fetal de aminoácidos (la relación de las concentraciones de aminoácidos feto-madre es de 1:5). Las
moléculas de proteínas pequeñas como la
albúmina o grandes como la γ globulina pasan del plasma materno al plasma fetal
por pinocitosis. Además de los aminoácidos esenciales, el feto necesita
cisteína, histidina y taurina. La placenta también produce amonio que es usado
por el hígado fetal para la síntesis de proteínas. Algunos aminoácidos críticos no son
transferidos de la madre al feto, pero son producidos en la placenta. Esto
puede ser un mecanismo de seguridad porque el exceso de algunos aminoácidos
como glutamato y aspartato puede resultar
tóxico para el feto, por lo que la placenta sólo produce las cantidades que son necesarias para el
desarrollo fetal. La síntesis de proteínas por el feto depende del aporte de energía
y de aminoácidos. Durante la
hipoaminoacidemia materna, el crecimiento fetal no se ve afectado si el aporte
de glucosa es normal. Por otra parte, durante el ayuno materno, aumenta la
proteólisis pero la síntesis de proteínas es normal. Solamente en casos de
restricción prolongada de proteínas y de energía, la síntesis de proteínas se
reduce en gran extensión. En el feto, el crecimiento es una variable menos
vital que el metabolismo oxidativo, el
feto desarrolla mecanismos que tienden a mantener su metabolismo energético
relativamente constante mientras el crecimiento es, en casos de aporte
deficiente de energía, sacrificable.
La regulación hormonal del metabolismo fetal es secundaria al aporte de nutrientes.
La insulina aparece en la circulación fetal en la semana 10-12 de gestación,
pero el metabolismo de la glucosa es relativamente independiente de la
insulina. La insulina es más importante para aumentar el crecimiento fetal que
para la regulación del metabolismo durante la vida intrauterina. La insulina
estimula el crecimiento de tejidos específicos: hígado, tejido adiposo, tejido
conectivo, músculo cardiaco y esqueleto. Los IGF I y II producidos por el
hígado tienen funciones autocrinas, paracrinas y endocrinas. Ambos IGFs
aumentan con la edad gestacional. En la gestación temprana, predomina el IGF
II, pero en la gestación tardía, el IGF I, regulado por la disponibilidad de
nutrientes, promueve el crecimiento conjuntamente con la insulina y la glucosa.
La hormona de crecimiento es
abundante en la vida fetal y puede
afectar el metabolismo insulina/glucosa de una manera similar a su acción en la
vida postnatal. Sin embargo, su acción sobre el crecimiento óseo es
insignificante debido a la baja expresión de sus receptores. El glucagón también es abundante durante la
vida fetal, pero el número de receptores en el hígado es bajo mientras que el
de receptores de insulina es alto. Esto promueve el anabolismo mediado por
insulina y disminuye el catabolismo inducido por el glucagón. El balance entre
estas dos hormonas controla la inducción de las enzimas de la gluconeogénesis.
El pinzamiento del cordón umbilical al momento del nacimiento incrementa la
secreción de glucagón y disminuye la secreción de insulina. Esto dispara la
glucogenolisis y la gluconeogénesis en
el período neonatal inmediato. Durante el trabajo de parto los mecanismos
adrenérgicos pueden estimular la glucogenolisis hepática. La leptina fetal
aparece a los 90 días de gestación, aumenta después de la semana 32-34 y
refleja el incremento en número y tamaño de los adipocitos. Es importante para
el crecimiento fetal, limita el gasto energético y conserva nutrientes.
Fuente: Suman Rao PN et al (2013). In utero fuel homeostasis: lessons for a clinician. Indian Journal of
Endocrinology 17: 60-68.
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