Sueño, ritmos circadianos y diabetes mellitus tipo 2
La diabetes
mellitus se caracteriza por hiperglucemia crónica debida a desregulación del
metabolismo de carbohidratos, lípidos y proteínas. La diabetes mellitus tipo 2
(DMT2) es la forma más común de diabetes. La principal causa de DMT2 es la
resistencia a la insulina en músculo esquelético, hígado y tejido adiposo que
eventualmente produce disfunción e insuficiencia de las células β pancreáticas.
Estas alteraciones resultan en un estado de hiperglucemia crónica que si no es
tratada puede causar serias complicaciones, incluyendo enfermedad microvascular
y macrovascular.
La emergencia de la electricidad y la luz
artificial han provocado que nuestros ciclos conductuales sean independientes
de los patrones externos de luz solar y lleva
a las personas a permanecer más tiempo sin exposición a la luz solar acompañado
con un incremento en la privación de sueño. Este cambio en la conducta
sueño-vigilia ha provocado que la disrupción en el sueño y el ritmo circadiano
(SCRD) sea más común que antes. La SCRD se refiere a cualquier problema
asociado con la calidad, la duración y la cantidad de sueño incluyendo
condiciones patológicas así como disrupciones voluntarias del sueño o los
ciclos circadianos. Las disrupciones de estos ritmos pueden tener serias
consecuencias para la salud con evidencia que implica fuertemente a la SCRD en
el incremento de riesgo de DMT2. La relación entre sueño y DMT2 inicialmente
surgió de estudios de laboratorio con humanos, los cuales demostraron que la
restricción total o parcial de sueño por unos días resulta en una disminución
de la tolerancia a la glucosa y alteración de la sensibilidad a la insulina.
Varios estudios a gran escala y meta-análisis demostraron una relación en forma
de U entre el riesgo de DMT2 y duración del sueño con 7-8 horas considerado
como duración óptima del sueño. Es sorprendente que tanto la corta duración
como la larga duración de sueño incrementen el riesgo de DMT2 reduciendo la
posibilidad de una simple relación lineal entre enfermedad metabólica y horas
de sueño.
En apoyo a estos resultados, las
investigaciones de la incidencia de DMT2 en pacientes con apnea obstructiva del
sueño (OSA) quienes exhiben fragmentación del sueño y disminución de la
duración, demostraron que los pacientes con OSA más severa tienen un mayor
riesgo de DMT2 aún después de controlar otros factores de riesgo como edad y
obesidad. El aberrante tiempo de sueño y los patrones de conducta como
resultado de los turnos de trabajo nocturno, también incrementan el riesgo de
diabetes. Las personas con jet lag social, y una diferencia de más de dos horas
en el tiempo de vigilia entre los días de reposo y los días de trabajo, tienen
una mayor incidencia de DMT2.
A pesar de la fuerte evidencia que implica a
la SCRD en la DMT2, la naturaleza de la interrelación entre sueño, ritmos
circadianos y metabolismo ha hecho difícil
crear un modelo claro que explique la contribución de la SCRD en la
DMT2. Un estudio reciente propone un esquema que divide las consecuencias de la
SCRD en dos brazos diferentes. El primer brazo es la consecuencia de la
privación de sueño, activando varios procesos para mantener la vigilia con un
factor homeostático S (se acumula en la vigilia y se disipa durante el sueño). El segundo brazo enfoca los efectos de la alteración circadiana por
cambios en los tiempos de los ciclos conductuales (por ejemplo, ejercicio o
alimentación). Ambos procesos están interrelacionados e influyen uno en el
otro, la disrupción de uno de estos ejes invariablemente afecta al otro.
De acuerdo con este modelo, la consecuencia
primaria de la privación de sueño podría ser la acumulación del factor S que no
puede ser completamente disipado. Sin embargo, la identidad del factor
homeostático aún no está clara con estudios que sugieren que es mediado por
somnógenos, incluyendo adenosina, prostaglandinas o interleucinas con la
adenosina liberada por los astrocitos como la más estudiada. Los estudios de
microdialisis demuestran que la adenosina extracelular incrementa
periódicamente en el cerebro anterior basal, promotor de la vigilia, y
disminuye en el sueño. Más aún, la activación de receptores de adenosina
incrementa el sueño mientras los antagonistas (por ejemplo, cafeína) promueven
la vigilia. Aunque está claro que la adenosina y otros somnógenos contribuyen
al sueño, no solamente son factores promotores de sueño. En la teoría de los
somnógenos, la evidencia más reciente sugiere que el factor S puede ser
codificado por la acumulación de especies reactivas de oxígeno (ROS) que
resulta en estrés oxidativo neuronal y varios estudios sugieren que la
principal función del sueño es proporcionar un período de quietud neural global
para aliviar el estrés neuronal.
Estudios recientes demuestran que la
adenosina y las ROS causan disrupción del balance del sistema nervioso autónomo
resultando en una dominancia simpática relativa y una disminución del tono
vagal ampliando los efectos observados en la privación de sueño. Aunque estos
estudios hacen énfasis sobre los efectos cardiovasculares, el desbalance
simpático-vagal claramente afecta la función metabólica. El relativo incremento
en la actividad del sistema nervioso simpático (SNS) incrementa la sensibilidad
de las glándulas adrenales a la ACTH antes del sueño elevando los niveles de
cortisol, una observación común en los individuos con privación de sueño. El
incremento en las concentraciones de cortisol en un tiempo equivocado del día
causa aumento del estrés neuronal por mayor generación mitocondrial de
ROS. Además de los efectos de la
acumulación de factor S, los circuitos neurales que promueven la vigilia pueden
manejar la liberación de cortisol y el desbalance simpático-vagal. Uno de los
ejemplos mejor estudiado de esto son las neuronas orexina del hipotálamo que
incrementan su actividad durante la privación de sueño. Estas neuronas orexina
tienen proyecciones a las células del núcleo paraventricular (NPV) y núcleos
autonómicos facilitándoles la regulación
al alza de los ejes hipotálamo-hipófisis-adrenal (HHA) y SNS mientras regulan a
la baja el sistema parasimpático (SNP). Estos cambios en la actividad
autonómica y la liberación de cortisol
tienen un gran impacto a través del cuerpo afectando la inmunidad, el apetito y
el metabolismo.
Los elevados niveles de cortisol reducen la
sensibilidad a la insulina, disminuyendo la inhibición de la lipólisis. La
lipólisis libera ácidos grasos libres no
esterificados (AGLN) que son convertidos en acil CoA para producir
triglicéridos en músculo esquelético e hígado. La acumulación de grasa ectópica
en hígado y músculo esquelético puede
causar otras complicaciones como enfermedad hepática grasa no alcohólica,
también relacionada con la privación de sueño. Cuando se sintetizan
triglicéridos, el diacilglicerol (DAG) producido activa a la PKCε en
hepatocitos o PKCε/PKCθ en miocitos para inhibir la señal insulina. Este efecto
se debe a la reducción inducida por cortisol de la sensibilidad a la insulina
en estas células. Esta reducción en la sensibilidad a la insulina en los
miocitos reduce la inserción de GLUT4 y por consiguiente la captación de
glucosa en el músculo, incrementando los niveles circulantes de glucosa. En el
hígado, la reducción de la sensibilidad a la insulina y el incremento en los
niveles de acetil CoA disparan la gluconeogénesis. Normalmente, los elevados
niveles de glucosa manejan la liberación de insulina en el páncreas, pero el
relativo incremento en la actividad del SNS y el cortisol inhiben esta
respuesta. Por tanto, en largos períodos de tiempo, la glucotoxicidad altera la
función de las células β pancreáticas. El desbalance autonómico y el cortisol
también pueden manejar directamente procesos inversos a la acción de la
insulina (por ejemplo, incrementar la gluconeogénesis hepática, reducir la
captación de glucosa vía GLUT4 en tejido adiposo y músculo esquelético).
El ritmo circadiano es manejado por un asa
de retroalimentación transcripción-translación que involucra cuatro genes
reloj: CLOCK, BMAL1, PER y CRY oscilando cíclicamente en un período de
aproximadamente 24 horas. Este ritmo endógeno es producido por el reloj master
en el núcleo supraquiasmático (NSQ) del hipotálamo, pero todas las células en
órganos periféricos también tienen un reloj circadiano intrínseco. El NSQ
entrenado primariamente por la luz, vía tracto retinohipotalámico, usa rutas
neuroendocrinas para sincronizar los relojes en otras áreas del cerebro y
órganos periféricos. Entonces, todos los relojes a través del cuerpo están
sincronizados al NSQ y a los ciclos luz-oscuridad del ambiente. Estos relojes
periféricos influyen en la función local de los tejidos y, con base en el ciclo
luz-oscuridad, el cuerpo anticipa y prepara varias conductas. Estas
anticipaciones son críticas en el metabolismo con el pico de la tolerancia a la
glucosa y la sensibilidad a la insulina en la mañana. Esto significa que las
disrupciones en el ritmo circadiano pueden afectar la sensibilidad a la
insulina, incrementando el riesgo de
DMT2. Más aún, los experimentos demuestran que la alteración circadiana por si
sola puede manejar la resistencia a la insulina, independiente de la privación
de sueño.
Los efectos circadianos sobre la tolerancia
a la glucosa son manejados primariamente por relojes periféricos en sincronía
con el NSQ mediante cambios anticipatorios que preparan los ciclos
conductuales. Es de hacer notar que algunos de los mecanismos neuroendocrinos
usados por el NSQ para mantener la sincronía de los relojes periféricos pueden
influir directamente en los procesos metabólicos. Por ejemplo, el SNC además de
señales de nervios autonómicos, maneja directamente la liberación de cortisol,
hormona de crecimiento y melatonina, las cuales afectan separadamente la
sensibilidad a la insulina. Estos ritmos anticipatorios están sincronizados con
los ciclos de luz, pero la emergencia de la luz artificial hace que los ciclos
conductuales no necesiten adherirse a la luz solar. Por ejemplo, en la ingesta
de alimentos, la constante exposición a nutrientes, especialmente en horas de
la tarde cuando la tolerancia a la glucosa es baja reduce la capacidad para
metabolizar eficientemente los alimentos. Esto podría provocar niveles
plasmáticos elevados de glucosa y triglicéridos
que resultan en acumulación ectópica de lípidos y glucotoxicidad que pueden
contribuir al inicio de la DMT2. Al igual que los alimentos, el ejercicio y la
temperatura pueden funcionar como dadores de tiempo (“zeitgebers”) de varios
relojes periféricos cuando los ciclos conductuales no siguen los patrones de
luz. Si los ciclos conductuales no están alineados con los ciclos de luz
externa, la amplitud de las oscilaciones circadianas del NSQ es menor,
alterando los procesos metabólicos
anticipatorios mediados por el NSQ (por
ejemplo, liberación de cortisol, hormona de crecimiento). Esta reducción en la
amplitud del ritmo central resulta en pérdida de sincronía no solo entre el NSQ
y los relojes periféricos sino también entre los relojes periféricos. Como los diferentes tejidos periféricos son
entrenados por diferentes estímulos, la alteración circadiana puede resultar en
pérdida de la sincronía de los relojes periféricos.
En conclusión, la evidencia obtenida en
experimentos con animales y en estudios
controlados en humanos demuestra que la privación de sueño y las alteraciones
de los ciclos circadianos pueden disparar directamente la disfunción
metabólica, causando diabetes. Sin embargo, el mecanismo preciso por el cual
estos procesos contribuyen a la resistencia a la insulina aún son pobremente
entendidos. Varios estudios proponen que la privación de sueño causa una
dominancia relativa del sistema nervioso simpático y un incremento en la
producción de cortisol. Los niveles elevados de cortisol reducen la
sensibilidad a la insulina y disminuyen la inhibición de la lipólisis. Por otra
parte, si los ciclos conductuales no están alineados con los ciclos de luz
externa, la amplitud de las oscilaciones circadianas del NSQ es menor,
alterando los procesos metabólicos anticipatorios mediados por el NSQ
resultando en falta de sincronía entre el NSQ y los relojes periféricos y
también entre los relojes periféricos entre sí. La falta de sincronía entre los
relojes circadianos puede alterar la función metabólica resultando en
acumulación ectópica de lípidos y elevados niveles plasmáticos de glucosa y
triglicéridos. La glucolipotoxicidad altera la función de las células β
pancreáticas.
Fuente:
Parameswaran G, Ray D W (2022). Sleep, circadian rhythms, and type 2 diabetes
mellitus. Clinical Endocrinology 96: 12-20.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario