Metabolismo
energético en ambientes de alta altitud
La característica que define a un ambiente de alta
altitud es la sostenida hipoxia hipobárica. Mientras el porcentaje de oxigeno en la composición del aire
atmosférico es de 21% en todas las altitudes, la presión barométrica cae en la medida que ascendemos y con ella la
PO2 del aire inspirado, disminuyendo el aporte de oxígeno a los
tejidos. La mayor parte de la población del mundo habita en regiones por debajo
de los 1000 m de altitud, pero los humanos
tienen una gran capacidad para tolerar la hipoxia. Algunas poblaciones
que habitan en zonas de alta altitud se
han adaptado a este ambiente, con características genéticas que revelan la
selección natural alrededor de las rutas sensibles a la hipoxia. Aproximadamente 140 millones de personas viven en lugares que se encuentran por arriba
de los 2500 m y alrededor de 40 millones
viajan cada año a regiones de alta
altitud por razones de trabajo o de placer. Estas personas experimentan una respuesta fisiológica con el
ascenso, la cual está bien documentada e incluye aspectos ventilatorios,
cardiovasculares y eritropoyéticos. Sin
embargo, aún con una adecuada
aclimatación, el metabolismo energético es alterado en el corazón y el
musculo esquelético. Esto puede indicar una insuficiencia para una
compensación completa o puede formar
parte del proceso de aclimatación, pero
involucra cambios en la expresión de genes y parece ser una respuesta regulada. Los aspectos positivos de la aclimatación a la alta altitud,
principalmente la disminución de la susceptibilidad a la enfermedad de montaña
aguda, contrastan con el fenómeno del
deterioro a la alta altitud, el cual ocurre con la exposición prolongada a la alta altitud extrema (>5500 m) y se caracteriza por letargia, fatiga y
debilidad muscular.
La hipoxia no es el único estrés que se encuentra en la altitud, la
temperatura disminuye al aumentar la
elevación mientras la humedad absoluta
es extremadamente baja y la exposición
a la radiación ultravioleta de la luz solar es alta. Los visitantes
frecuentemente experimentan molestias gastrointestinales y pérdida del apetito
que pueden ser resultado de la hipoxia o
pueden ser exacerbados por alguna
infección. Adicionalmente, los niveles
de actividad a menudo son alterados y disminuyen la capacidad de ejercicio y la motivación. A la luz de estos factores, el ambiente de alta altitud no es un sitio perfecto en el cual estudiar
solamente la respuesta fisiológica a la hipoxia. El estudio de humanos (y
animales) en la altitud es una investigación muy valiosa por: (i) al aumentar
el número de personas que visitan las
regiones montañosas, es importante entender la respuesta integrada a la
altitud, particularmente la variación interindividual en esta respuesta, la cual no ha sido completamente explicada en las descripciones
clásicas de la aclimatación. (ii) El estudio de la fisiología en ambientes
extremos y de los límites de la
tolerancia humana es necesario para entender la regulación homeostática. (iii)
La exposición sostenida a ambientes extremos
ha sido propuesta como posible análogo de la enfermedad humana. (iv) El
experimento natural de adaptación a la
alta altitud en África Oriental, el
Tibet y los Andes ofrece un escenario en el cual estudiar la genética humana y
la selección natural.
En un estudio con
sujetos que regresan del Campamento Base del Everest (5300 m), la
relación fosfocreatina/ATP (PCr/ATP)
cardiaca, medida usando espectroscopía NMR, disminuyó 18%, indicando una
pérdida de reserva energética. Esta disminución
se acompañó con alteración de la función diastólica y pérdida de masa
del ventrículo izquierdo, pero todas las medidas regresaron a lo normal
después de seis meses a nivel del mar. En otro estudio, la exposición
por corto tiempo a hipoxia normobárica (20 h, PO2 atmosférica 50-60
mmHg), provocó una caída de 15% de la
relación PCr/ATP y las mediciones
ecocardiográficas indicaron una débil
alteración en la función diastólica. Los estudios con ratas en cámaras
hipóxicas ayudaron a dilucidar la
respuesta metabólica cardiaca a la hipoxia ambiental sostenida. En esas ratas,
la exposición a O2 11% por una semana resulta en disminución en el
ventrículo izquierdo de la expresión de genes regulada por el factor de
transcripción activado por ácidos grasos, PPARα, incluyendo carnitina palmitoil
transferasa 1, piruvato deshidrogenasa quinasa 4 y proteína desacopladora 3, lo
que sugiere una regulación hacia abajo de la oxidación de ácidos grasos y un
incremento en la oxidación de piruvato. Estos hallazgos fueron asociados con
disminución en el consumo de O2 y la síntesis de ATP, pero con el acoplamiento
mitocondrial conservado. Después de 12 semanas, la expresión de los genes de la
oxidación de ácidos grasos disminuyó en
los dos ventrículos, mientras la expresión de la piruvato deshidrogenasa
quinasa 4 aumentó en el ventrículo
izquierdo, lo que sugiere una inhibición
de la oxidación de piruvato con la
exposición más sostenida. En el corazón
de ratas hipóxicas, la oxidación de ácidos grasos es regulada hacia abajo con
pérdida de la capacidad respiratoria en el ventrículo izquierdo. La oxidación
de piruvato también puede ser inhibida, lo cual sugiere un incremento en la
glucólisis.
En la exposición prolongada a la alta altitud extrema, como la
experimentada en las expediciones de montañistas en el Himalaya, ocurre una disminución de la
densidad de mitocondrias en los
músculos esqueléticos, con mayor magnitud en la población subsarcolemal de
mitocondrias. No está claro si esto se debe a la hipoxia o al estrés oxidativo
acompañante, pero es notorio que la población subsarcolemal de mitocondrias es más susceptible a los cambios. La respuesta parece ser
regulada, con expresión alterada de
genes incluyendo una pérdida de 50% de ARNm del factor de biogénesis
mitocondrial, PGC1α, y cambios en los niveles de proteínas de reguladores
metabólicos y enzimas. Sin embargo,
tales cambios en la densidad de mitocondrias no se observaron durante la
Operación Everest II (una gradual descompresión equivalente a 8840 m en una
cámara). Esta simulación tuvo lugar poco tiempo antes del ascenso al
Everest, pero con los sujetos confinados a una cámara se esperaba una gran pérdida de
mitocondrias debido al desentrenamiento. La discrepancia aún no ha sido
resuelta.
En altitud moderadamente alta, aún con exposición
prologada, no ocurre la disminución de
la densidad de mitocondrias aunque si se producen cambios en la función
respiratoria del músculo, los cuales dependen de la extensión de la exposición.
En este contexto, un estudio describe una pérdida de la capacidad respiratoria
después de 28 días a 3454 m y ningún
cambio después de 9-11 días a 4559 m. Varios
estudios han reportado la regulación
hacia abajo de las enzimas oxidativas de ácidos grasos en músculo esquelético
con la exposición prolongada a altitudes entre 4300 y 8848 m. El reciente descubrimiento de la selección genética
sobre el gen PPARA en poblaciones tibetanas sugiere que la alteración en el
metabolismo de ácidos grasos puede ser
una característica de la adaptación a largo plazo a la alta altitud, porque el
gen codifica al factor de transcripción activado por ácidos grasos y regulador
de la oxidación de ácidos grasos, PPARα. El significado funcional de este polimorfismo aún no está claro.
¿Cuáles son los mecanismos que subyacen
a los cambios en el metabolismo
de corazón y músculo en la altitud? Las rutas de señalización de hipoxia
son una posibilidad. Los cambios metabólicos reportados en humanos en la
altitud o en el corazón de ratas hipóxicas (inhibición de la piruvato
deshidrogenasa y disminución de la respiración mitocondrial) también se han
observado en células hipóxicas en
cultivo y están asociados con
estabilización de la familia de factores
de transcripción del factor inducible por hipoxia (HIF). En apoyo al
mecanismo disparado por el HIF, el metabolismo oxidativo, y por consiguiente la
capacidad para ejercicio, aumentaron en
el músculo gastronemio de ratones
con daño selectivo del HIF-1α de
músculo esquelético. Una posibilidad
alternativa a la baja PO2 del músculo podría ser los efectos mediados
por especies reactivas de oxigeno (ROS), porque la producción de ROS
aumenta en la hipoxia. Las ROS han sido
descritas como mediadores indiscriminados
de daño de lípidos, proteínas y ADN cuando son generadas en grandes
cantidades, pero en concentraciones moderadas juegan un importante rol en la
célula y pueden, por ejemplo, producir estabilización del HIF-1α. Los efectos mediados por ROS,
particularmente aquellos que
ocurren a través de interacciones con el
HIF son difíciles de separar de las respuestas
mediadas por hipoxia. La producción transitoria de ROS durante el entrenamiento, posiblemente como resultado de la hipoxia aguda debido a
las altas tasas de consumo de O2
en el músculo, puede provocar cambios inducidos por el entrenamiento. Más aún, la respuesta a la hipoxia puede
mediar algunos aspectos del
entrenamiento de resistencia en el músculo.
En conclusión, el metabolismo energético del corazón y el
músculo esquelético es alterado en los sujetos en – o que regresan- de la alta
altitud extrema (>5500 m). Sin embargo, la hipoxia no es el único estrés
fisiológico en la alta altitud, la baja PO2 es una característica
sostenida aún después de un adecuado
tiempo de aclimatación. En el corazón humano, la hipoxia sostenida en alta
altitud o la hipoxia normobárica de corta duración resultan en una pérdida de
la reserva energética cardiaca, aunque los mecanismos subyacentes probablemente
son distintos. La caída en la reserva energética del corazón es
indicada por una menor relación fosfocreatina/ATP. En ratas hipóxicas,
disminuyen la oxidación de ácidos grasos y la capacidad respiratoria en el
corazón, mientras la oxidación de piruvato también baja después de la
exposición sostenida a la hipoxia. La duración y el grado de la exposición a la
hipoxia son críticos en la respuesta anabólica del músculo esquelético. La
respuesta a la hipoxia aguda durante el ejercicio o la hipoxia relativamente
débil en altitudes menores difiere de la observada con la hipoxia severa y más sostenida de una estancia prolongada en alta altitud. La exposición prolongada a
la alta altitud extrema resulta en una densidad mitocondrial baja en el músculo
esquelético, pero aún en la alta altitud más moderada la capacidad respiratoria
puede ser suprimida. La evidencia obtenida en células genéticamente modificadas
de ratón y en la población tibetana adaptada a la alta altitud sugiere un
posible rol del factor inducible por
hipoxia.
Fuente: Murray AJ (2016). Energy metabolism and the
high-altitude environment. Experimental Physiology 101: 23-27.